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Actualizado: 23 de noviembre de 2025


La verdad es que la admiración de Petrarca a Laura y la de Dante a Beatriz eran nada en comparación con la apasionada y vehemente que nuestro chico profesaba a la planchadora. La admiraba sin comprender que la naturaleza pudiese formar otro ser que rivalizase con ella; todo lo encontraba hechicero, desde sus cabellos, un tantico revueltos, hasta sus pies, nada breves y nada bien calzados.

En la misma tarde pasó don Mariano por la casa de sus amigos a agradecer la atención. Eran deliciosos sus pastelitos. Se notaban en ellos las manos de una hada benéfica dijo a Laura. Sin atreverse a aceptar un agradecimiento que no mereciera, Laura parecía turbada... Adolfo, que estaba presente, contestó entonces por ella: No son obra de Laura, Vázquez, sino de Coca...

Esta mañana ya recibió Coca una felicitación repuso imperturbablemente Laura. Ahora debe ser un anónimo. Tomó Adolfo la carta, alegrose al reconocer la letra del sobre, y, rasgándolo con rápida mano, exclamó: ¡Es una carta de Ignacio! Tiempo era de que escribiese dijo Laura. Veinte o más días hace que no nos daba noticias suyas.

Marta le tomó la mano y le hizo ponerse de pie, y le dijo: Laura, te llamas Laura, hija mía, le has dado gracia a Dios porque le plugo devolverte una buena madre, pero aún no conoces los tesoros de su bondad para contigo; además, te ha dado, Laura, un esposo fiel y digno de ser amado. ¡Ah! ¡Federico, Federico! Y los dos jóvenes cayeron en los brazos el uno del otro...

Pero lo que más a D.ª Laura enfurecía era que, con ser viejo y cascado, se mirase tanto al espejo.

Visito a Adolfo; siempre fui su amigo... No veo nada de particular en ello... Y, por otra parte, las señoritas de Itualde son dos: ¡Con las dos no he de casarme!... Al principio explicó el juez de paz se creyó que usted pretendía a la mayor, a Laura. Después hemos sabido que es a la Coca... ¿Cómo han podido saber tal cosa?

Un chico tan sin segundo, tan extraordinariamente dotado por Dios en talento y finura, no podía degradarse en oficios mecánicos y bajos menesteres. Darle carrera poco lucida habría sido contrariar sus altos destinos. Tenía doña Laura un hermano, que era y es afamado ortopédico de Madrid, hombre que ha labrado una fortuna en su taller.

El duque de Viseo. El castigo sin venganza. 65 CAPÍTULO XV. Comedias caballerescas. Castelvines y Monteses. El nuevo Pitágoras. La octava maravilla, é indicación de los argumentos de otras. 93 CAPÍTULO XVI. La fuerza lastimosa. Don Lope de Cardona. La hermosa Alfreda. Laura perseguida. Otras comedias. El caballero de Olmedo. Lo cómico de Lope de Vega. Amar sin saber á quien. 123

Adriana se acercaba a ella, solícita, y acariciándola y jugando con sus cabellos la interrogaba bruscamente, como para descubrir por sorpresa el secreto de sus pensamientos: ¿En qué pensabas? ¡Dímelo, por favor! Pero Laura, respondiendo sin hablar a sus caricias, sonreía con una dulce tranquilidad.

Laura adivinó perfectamente lo que pasaba en aquel espíritu ardiente y delicado, y guardó silencio. Al cabo de un rato, el oído de Octavio, fino como el de un tísico, percibió entre la niebla un rumor. Volvió entonces el rostro hacia la condesa, y dirigiéndole una sonrisa le dijo con voz apagada: Hasta luego. ¿Cómo? ¿Se marcha usted? : pronto nos veremos.

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