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Actualizado: 14 de junio de 2025
Canelo iba delante de él, loco de inquietud, olfateando en el suelo y en el aire, batiéndose los ijares con el rabo y con medio palmo de lengua fuera de la boca cuando no latía. Chorcos no estaba menos sobreexcitado que el sabueso, y seguía a Chisco pisándole casi los tarugos traseros de sus abarcas.
Cuando alguno decía que vendría de rey a Madrid el hermano de Napoleón, daba pie para las más ingeniosas improvisaciones del género epigramático. Todas las tertulias, que entonces eran muchas, pues la sociedad no se desparramaba aún por los cafés, eran, digámoslo así, verdaderos clubs donde latía sorda y terrible la conspiración nacional.
Sentía una angustia deliciosa; suspiraba sin apartar el rostro de la almohada para no romper la alegría que la inundaba. Se iba aletargando lentamente. Sus miembros empezaban a dormir, privados de movimiento. Una niebla se esparcía por su mente, borrando y confundiendo las imágenes. Pero su corazón latía siempre con violencia, como si toda la vida se hubiera refugiado en él.
Es para una mujer contestó Silas con voz baja y casi sin resuello, precisamente en el momento en que Godfrey se le acercaba . Está muerta, me parece... muerta entre la nieve... en las canteras... cerca de mi puerta. Godfrey sintió que el corazón le latía con violencia.
¡Cómo me late el corazón! exclamó llevándose la mano al pecho. ¡Adiós! ¡Buena suerte! A quien le latía hasta querer saltársele del pecho era al pobre Mario. No se atrevió a mirar a Carlota. Tampoco ésta volvió su rostro hacia él. Felizmente vino a sacarlos del apuro la bella Presentación. Entró seria, ceñuda y, sentándose cerca del balcón, exclamó con un suspiro: ¡Ea! ¡Ya estoy en funciones!
La llamó repetidas veces, inclinada sobre ella, mirándola como se mira y como se llama desde los bordes de un pozo a la persona que se ha caído en él y se sumerge en las hondísimas y negras aguas. No responde dijo Pablo con terror. Golfín tentaba aquella vida próxima a su extinción y observó que bajo su tacto aún latía la sangre.
Luego permaneció frente a ella inmóvil como una estatua, sumida en profunda meditación. Elena, sin levantar los ojos, sentía sin embargo su mirada, adivinaba los contrarios pensamientos que luchaban en su mente y su corazón latía dentro del pecho hasta dejarse oír.
Es preciso que yo lo sepa; pero apúrate, apúrate, que ya empieza a repicar la campanilla. El señor desconocido me tomó la mano; fijó largo rato sus ojos penetrantes en los míos, como si quisiera indagar con su mirada el fondo de mi alma. Mi corazón latía violentamente, mi espíritu se extraviaba, una nube me empañaba la vista. Pero, ¿qué te preguntó?
Poco faltaba para la puesta de sol cuando bajé de la diligencia; entre las ruedas, las hojas muertas revoloteaban en pequeñas trombas. Mi corazón latía con violencia. Miré en torno mío. Creía ver adelantarse a mi encuentro la gigantesca silueta de Roberto, pero no había allí más que algunos papanatas que me miraron con los ojos muy abiertos, extrañados de esa aparición desconocida.
Los grandes dioses, entre ellos el P. Irene y el P. Salví, habían llegado ya, es verdad, pero aun faltaba el trueno gordo. Estaba inquieto, nervioso; su corazon latía violentamente, tenía ganas de desahogar una necesidad, pero había primero que saludar, sonreir, y despues iba y no podía, se sentaba, se levantaba, no oía lo que le decían, no decía lo que se le ocurría.
Palabra del Dia
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