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Actualizado: 14 de junio de 2025
La extraña copla que el muerto había dejado escrita en su testamento, recomendándome que la recordase, latía incesantemente en mi cabeza: King Henry the Eighth was a knave to his queens, He'd one short of seven and nine or ten scenes! ¿Qué significado oculto podía encerrar?
Adios, sueño querido, que me halagó un instante Cuando soñé demente que un corazon amante Latia sobre el mio con férvido afanar, Adios, visiones vagas que atormentais mi pecho ¡Oh no volvais ya nunca á visitar mi lecho, Que aunque soñar es dulce, muy triste es despertar!
Así que le oyó salir de casa, se echó con mano trémula un mantón sobre los hombros, y acompañada de su doncella, que era su encubridora perpetua, encaminose a casa del excusador. Las piernas le flaqueaban de placer, el corazón le latía fuertemente. Lo raro del caso es que no se le pasaba por la imaginación que aquel amor era sacrílego. No sentía remordimientos.
Cuando a la señora Angustias se le murió su esposo, el señor Juan Gallardo, acreditado remendón establecido en un portal del barrio de la Feria, lloró con el desconsuelo propio del caso; pero al mismo tiempo, en el fondo de su ánimo latía la satisfacción del que reposa tras larga marcha, librándose de un peso abrumador. ¡Probesito de mi arma!
Apoyé la mano en la cerradura: estaba puesta la llave. Me alejé, volví, torné a alejarme. El corazón me latía hasta romperse, estaba como embrutecido y temblaba de pies a cabeza. Vagué por el corredor en completa oscuridad; luego me quedé como clavado en un sitio sin ninguna idea de lo que iba a hacer.
Hullin, muy alegre, no era ya el mismo hombre; sus instintos de soldado, los recuerdos del vivaque, de las marchas, de las descargas, de las batallas, volvían a su espíritu a paso de carga; brillábale la mirada, el corazón le latía con más violencia y ya iban y venían en su cabeza ideas de defensa, de atrincheramiento, de lucha a muerte. ¡A fe mía se decía Juan Claudio , todo va bien!
Latía mi corazón con violencia inusitada y comparábame con la Lauzun, Richelieu y Lovelace. Como ya te he dicho antes, comenzaba a anochecer. Mi vecina se acercó a la ventana como queriendo averiguar de dónde podían haber arrojado la misiva, y luego se dispuso a leerla. Entonces creí llegada la ocasión de darme a ver, y a mi vez me asomé yo a mi ventana.
Basilio de por sí no era supersticioso y menos despues de haber descuartizado tantos cadáveres y asistido á tantos moribundos; pero las antiguas leyendas sobre aquel fúnebre parage, la hora, la oscuridad, el silbido melancólico del viento y ciertos cuentos oidos en su niñez influyeron algo en su ánimo y sintió que su corazon latía con violencia.
Los largos deseos atados a su amor, las humillaciones devoradas en silencio, habían concluido por anular su dignidad de otro tiempo y por corromperle hasta en las raíces de su ser. Ahora el corazón le latía con violencia agitado por esta sola idea: "el cura no tardará en venir, Adriana será de todos modos mía". Y ya no quiso pensar en otra cosa.
Todos miraban al cantor, no viendo en él al atlot, perezoso y enfermo, despreciable por su inutilidad para el trabajo. En el rudimentario magín de todos ellos latía algo confuso que les impulsaba a respetar las palabras y quejidos del mozo débil. Era algo extraordinario que parecía pasar con rudo batir de alas sobre sus almas primitivas.
Palabra del Dia
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