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Actualizado: 14 de junio de 2025


Ninguno manifestó la menor sospecha y sentí que iba recobrando la serenidad y que mi corazón latía menos apresuradamente. Pero Tarlein seguía pálido y noté que le temblaba la mano al dársela al General. El cortejo formó frente a la estación, donde monté a caballo, teniéndome el estribo el anciano General. La ciudad consta de una parte antigua y otra moderna.

Corrimos a sostenerlo, y el héroe cayó en mis brazos. ¡Qué terrible momento! Aún me parece que siento bajo mi mano el violento palpitar de un corazón, que hasta en aquel instante terrible no latía sino por la patria.

Y Aresti, siempre irónico y zumbón, se exaltaba hablando. Latía en sus palabras el odio á la influencia oculta que había truncado su vida, hiriéndolo en sus afectos de hombre pacífico, impidiéndole constituir una familia.

Se tomó el pulso, se miró las manos; no veía bien los dedos, el pulso latía con violencia, en los párpados le estallaban estrellitas, como chispas de fuegos artificiales, , , estaba mala, iba a darle el ataque; había que llamar; cogió el cordón de la campanilla, llamó. Pasaron dos minutos. ¿No oían?... Nada. Volvió a empuñar el cordón... llamó. Oyó pasos precipitados.

De repente tomé una resolución, cerré bruscamente la ventana, me puse precipitadamente una bata, y con mis zapatos en la mano me aventuré en el obscuro corredor. ¡Oh! ¡Cómo me latía el corazón, cómo me ardía la sangre en las sienes! Me tambaleaba, tuve que apoyarme en la pared. Por fin llegué a su puerta. Los pasos continuaban haciendo temblar el piso, pero el ruido sordo había desaparecido.

Esa noche soñó con una porción de cosas bellas, y todas ellas tenían algo que ver con la hija del cliente de la melena. Llegó, por fin el día y con él la hora de oficina. Se hallaba en su escritorio, y sin embargo le parecía que no era cierto; le faltaba el aplomo; el corazón le latía. Paró un carruaje de repente: se puso de pie como movido por un resorte. ¡Ahí estaban, ella y él!

Caminaba muy lentamente y echaba, de cuando en cuando, una mirada a través del follaje, para ver si el intendente no había llegado a la vuelta del camino. Así que lo vió desaparecer tras el ángulo del bosque, se volvió hacia el camino y se dirigió a pasos precipitados al castillo. Estaba asustada y triste; el corazón le latía con violencia. ¡Qué imprudencia había cometido!

Un sacudimiento semejante al que produce una corriente eléctrica le hizo ponerse en pie vivamente. El corazón le latía con tal fuerza que se llevó las manos al pecho. Una emoción grande, intensa subía de él hasta la garganta y se la apretaba. Sentíase inundado de una extraña alegría. Comenzó a pasear por el corredor, presa de un desasosiego tan dulce que le hacía daño.

El movimiento amenazador del garrote y la mirada y la expresión de Roger indicaban claramente que iba á hacerlo como lo decía. Era en aquel momento el descendiente de los nobles Clinton, convertido en temible paladín del honor de una dama. Su corazón latía con violencia y hubiera combatido hasta la muerte, no con uno sino con diez enemigos.

El corazón le latía fuertemente; las piernas le temblaban; cuando quiso cantar en una de las calles más céntricas, no pudo; el dolor y la vergüenza habían formado un nudo en su garganta. Arrimose a la pared de una casa, descansó algunos instantes, y repuesto un tanto, empezó a cantar la romanza de tenor del primer acto de La Favorita.

Palabra del Dia

rigoleto

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