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Actualizado: 13 de junio de 2025


Y alzándose de su asiento, en uno de aquellos arrebatos ascéticos que de vez en cuando tenía, abrió doña Luz su famoso cuadro del admirable Cristo muerto y puso sus rojos y frescos labios sobre los labios lívidos de la tremenda imagen.

Los valientes leñadores se han de lanzar sobre ese andamiaje engañador que tiembla bajo sus pies; uno á uno tienen que arrancar todos los troncos superiores y hacerlos rodar por encima del dique á la parte libre del arroyo, pero bien un palo medio libre se levanta de improviso, ó un pie resbala sobre la madera lisa y mojada, ó un salto de agua, un remolino repentinamente formado viene á chocar contra la madera donde él flota, ó un palo caído en la corriente salta hacia los leñadores, y algunos de ellos, lívidos y sangrientos, flotarán también en compañía de los muertos pinos, por el río abajo; los que á fuerza de energía, destreza y suerte, escapan de todos esos peligros, los que desde el bosque á la serrería saben conducir la flotilla de pinos sin tener ninguna desgracia, tienen motivos para creerse afortunados; pero que esperen semanas y meses porque el cortejo de las enfermedades les sigue con paso incierto.

Era, pues, de noche, y el levante que soplaba sobre la costa, erizada de rocas, era un poco más violenta que no lo fue cuando el memorable vendaval de 1797, que hizo naufragar a todas las embarcaciones fondeadas en la rada de Cádiz; todo pereció, personas y buques. Era uno de esos temibles huracanes durante los cuales los marineros se quedan lívidos y creen en Dios.

La cofradía siguió su marcha triunfal, dejando rezagados en todas las tabernas y caídos en todas las calles. El sol, al salir, la sorprendió muy lejos de la parroquia, en el extremo opuesto de Sevilla, haciendo centellear con sus primeros rayos la armadura de joyas de la imagen y alumbrando los rostros lívidos de la escolta popular y de los «nazarenos», que se habían despojado del antifaz.

Proseguía el hervor de la imaginación sobrexcitada: miró por la ventana, y el paisaje le pareció tétrico y siniestro; verdad es que entoldaban la bóveda celeste nubarrones de plomo con reflejos lívidos, y que el viento, sordo unas veces y sibilante otras, doblaba los árboles con ráfagas repentinas.

Sus lívidos cadáveres Veranse entre humo denso, Del pueblo, del incienso, Y entre la pompa nítida Del templo de Israel. Relucirán las lámparas Ante el sombrío coro, Y al órgano sonoro Se mezclarán melódicas Las arpas de Sion. Resonará en la bóveda El cántico suave, Y en medio á el ancha nave Se elevará en el túmulo La gloria y libertad.

Fue un momento, un momento de vértigo nada más; pero en tan corto espacio creyó que la habitación danzaba como una peonza, que el techo descendía hasta apoyar en su cabeza su peso irresistible; vio obscuridad y luces a un mismo tiempo; experimentó frío y calor; sintió una bola extraña que se le atascaba en la garganta, y en un instante pasaron por su imaginación, como relámpagos lívidos, todas las escenas de novela que había leído, con sus terribles descubrimientos y sorpresas aplastantes.

Mas a los tres días llegó la carta de Currita, y allí los encontró todos juntos la mísera anciana. Su instinto de madre le hizo adivinar cuanto allí había, y sin proferir una queja ni desplegar los labios lívidos por el dolor y la ira, hizo pedazos los resguardos del Banco, los metió en un sobre con la carta que los acompañaba y lo devolvió todo a la condesa sin añadir una sola letra.

Era más de mediodía. El cielo, de un gris blanquecino, amenazaba con más nieve. La luz de interminable crepúsculo reflejábase en la blancura con tonos lívidos. Maltrana caminaba desalentado, con los brazos caídos, sin saber adónde dirigirse. Su voluntad desplomábase, vencida, falta de fuerza para luchar: quería morir.

¡Pero qué de tristes compensaciones de lo que en ese barrio interminable revela algun bienestar! Es allí donde viven los ociosos amontonados como brutos, harapientos, semi-proscritos como gitanos, lívidos como el hambre que los devora, y hormigueando en las callejuelas, los sucios y ennegrecidos patios y las cloacas, como semilleros de gusanos.

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