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En vano fué que Lope hubiera cuajado de íntimos rasgos autobiográficos gran parte de sus obras, hasta el punto de que muchas de sus poesías no son otra cosa que un comentario lírico a sucesos de su vida: el amañado y artificioso retrato trazado por el autor del Para todos en las páginas del libro que queda citado arriba, en el cual, bajo la exuberancia de apologéticos ornamentos, trata de encubrirse, y aun desmentirse, lo que no parecía decoroso se supiera de las flaquezas y pecados del poeta, tuvo que ser tradicionalmente recibido como vera efigies de Lope de Vega.

Cuando por casualidad se les encuentra de pie, no hacen otra cosa que pasear tranquilamente por la celda sin desplegar ninguna especie de ferocidad, como un poeta lírico que estuviese meditando algún soneto enrevesado para la Ilustración Española y Americana: cuando abren la boca y estiran las garras, nunca es en son de amenaza, sino para desperezarse groseramente; y si tal vez que otra les da la humorada de rugir, lo hacen con tanta delicadeza, que más que de devorarlos, parece que tratan de enterarse de la salud de los espectadores.

Le contesté que no la había conocido hasta aquel día, pero que me consideraba muy dichoso en conocerla, y para probar que era digno de ella, hablé en estilo lírico de las bellezas pintorescas que me habían llamado la atención durante el camino.

No sin intención nos hemos propuesto realzar este concurso de las facultades poéticas más diversas, puesto que, si como se ha observado con frecuencia, el drama constituye la fusión orgánica de la epopeya y de la lírica, el poeta dramático ha de reunir, en su acepción más elevada, todos los caracteres propios del lírico y del épico.

Sin duda en Venecia, en Milán, en Nápoles y en Sicilia, se hablan y se escriben cuatro dialectos distintos, pero con cierta modestia, reconociendo todos cuantos así escriben sin excluir v. gr. al gran poeta lírico Meli y al chistosísimo, fecundo é ingenioso dramaturgo Altavilla, que escriben en un dialecto vulgar, y que no hay más que una lengua nacional y de toda Italia, que es la lengua toscana, que ya debe llamarse italiana, así como la castellana debe llamarse española.

No la estamparía en estas memorias si no me hubieran dicho personas que lo entienden que con ciertas confesiones de nuestras flaquezas gana mucho el estudio de la psicología. Aunque poeta lírico, profeso a la ciencia un respeto profundísimo, que las cuchufletas de Collantes y demás amigos dramáticos no han logrado entibiar.

Y al poco rato lloraban las mujeres, rugían de entusiasmo los hombres que aún no habían ido al ejército, y hasta las banderas tricolores parecían aletear con más fuerza, como azotadas por el vendaval patriótico del lírico orador. Cruzaba los brazos lo mismo que Napoleón después de una victoria; otras veces manoteaba y rugía igual á Dantón al declarar la patria en peligro.

Distínguese como lírico por la nobleza y elevación de sus sentimientos, por su melancólica y constante tendencia á lo infinito y, como nuestro Selgas, por la delicadeza, siempre moral y tierna, de sus poesías, prenda, en verdad, tan apreciable como rara. Su frescura y lozanía son tan admirables como la flexibilidad de su talento.

Así como Parini, Alfieri, Monti, Fóscolo y Pindemonte nada deben á la imitación francesa, los poetas de las escuelas de Sevilla y Salamanca, ambos Moratines en lo lírico y épico, Quintana, Gallego y el duque de Frías nada le deben tampoco.

Un escritor francés, un poco irónico siempre que habla de amor, dice que la causa de que los enamorados no se fastidien de estar juntos consiste en que siempre están hablando de mismos. Luisa y Daniel, en el trascurso de su noviazgo, no lograron agotar el tema. Su adhesión espiritual superaba cuanto ha imaginado el más excelso poeta lírico.