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Actualizado: 21 de junio de 2025


Sonrióme la amada, la esquiva, la imposesa, la que vió nuestro idilio bajo el frescor amable de un emparrado lírico; la que encantó mi celda cuando escribí el elogio de tus labios divinos en unos versos tristes que sabían a lágrimas; la que besó tu frente en el blanco camino de la silente aldea, cuando ibas a jurarme la eternidad sublime de tu santo cariño.

Y ello en una forma ágil y fácil, siempre viva, animada siempre. De ahí que el interés no decae un solo instante, sostenido aquí por la ternura, allí por lo patético, allá por el drama íntimo, acullá por un revuelo lírico y en todas partes por un perfecto acuerdo entre el mundo evocado y la energía evocadora. Junio 10 de 1908.

Este cuello servía de sostén a una cabeza rubia de rostro blanco, levemente sonrosado en las mejillas, fino, correcto, transparente, con labios rojos y ojos azules. Semejaba notablemente al de doña Gertrudis, pero tenía una expresión persuasiva e insinuante que jamás había mostrado el de aquella esclarecida señora, por más que otra cosa asegurase el poeta lírico de los acrósticos.

Como novelista, no yo que D. Luis Montoto, el escritor a quien aludo, haya publicado nada antes de escribir y de publicar la novela que lleva por título Los cuatro ochavos. Como poeta lírico le conocía yo y le estimaba en mucho desde hace tiempo. En el movimiento intelectual y en la actividad literaria de que es centro Sevilla, figura entre los más ilustres literatos.

Lo épico, por consiguiente, quizá se pueda distinguir con más profundidad de lo lírico, si en este último género vemos la personalidad del poeta, su singular inspiración, y en el otro género consideramos al poeta como sabio popular, archivo con voz y con vida, y peregrino observador y colector, que recoge, guarda y enlaza en el tesoro de su memoria, y divulga luego, las tradiciones heroicas y religiosas, las ideas sobre el universo y los dioses, y cuantas doctrinas, en suma, todo pueblo impersonalmente ha ido creando en el árbol de las civilizaciones.

Nuestro amigo vino a Madrid a ser poeta lírico. Escribió un soneto y se dedicó al café con media con verdadera intrepidez. Envió su soneto a todas las revistas y le fué devuelto, «porque había mucho original en cartera». Un periódico no se le admitió porque su soneto era demasiado corto.

Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria; que la épica también puede escrebirse en prosa como en verso.

En tal estado, sin aislarse lo dramático propiamente dicho de lo lírico y épico, existe el drama griego en tiempo de Thespis, reconocido generalmente como el inventor de la tragedia . Sólo cuando la narración se convirtió en diálogo y acción; sólo cuando los interlocutores comenzaron á representar diversos personajes, se desarrolló el drama clara y distintamente.

En efecto, quizás no haya otra de las últimas, digna de mención, más que El Hércules furente y Oeteo, del lírico Francisco López de Zárate, impreso en el año de 1651.

Aunque ha brillado y brilla en todos los géneros literarios, nosotros pensamos que su genio es más dramático que lírico. No hay más sociedades reglamentadas en Peñascosa.

Palabra del Dia

rigoleto

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