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Así como Parini, Alfieri, Monti, Fóscolo y Pindemonte nada deben á la imitación francesa, los poetas de las escuelas de Sevilla y Salamanca, ambos Moratines en lo lírico y épico, Quintana, Gallego y el duque de Frías nada le deben tampoco.

Cuando Minghetti se declaró también torpe de memoria, Serafina dijo: ¡Oh, qué hombres estos! No recordáis... ¡Ma... la Parini... la Parini!... ¡Oh, ! ¡La trágica, la gran trágica de Firenze! ¡Exacto, exacto; un espejo! Así exclamó Mochi, que se guardó de decir que no encontraba la semejanza. Minghetti, que jamás había visto a la Parini, gritó: ¡Oh, , en efecto!

Claros ejemplos de tales diatribas, fundadas en sentencias como las que rezan: quien bien te quiere te hará llorar, y la letra con sangre entra, han dado en Italia, para libertarla del yugo extranjero y hacerla una, no pocos egregios italianos como Parini, Giusti y Leopardi, avergonzándola y maltratándola de palabra, ora en prosa, ora en verso.

La expresión... el gesto... la viveza de la mirada... y el fuego.... Y añadió, sonriendo a la Gorgheggi, como diciéndoselo en secreto: Mas... las facciones son aquí más perfectas.... ¡Ah, ; eso ! Más perfectas... dijo la tiple, que continuó explicando que era la Parini una ilustre artista florentina, sin rival entre las trágicas de su tiempo.