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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Bajo los rasgos de lápiz azulado con que se agrandaba los ojos brillaba perpetua humedad de lágrimas. ¿Qué habría en su alma? ¿Laxitud de pecadora cansada o nostalgia de castidad atropellada? ¿Marcela? Guapísima, juguetona, sensual, elegante, mimosa y zalamera hasta el punto de aparentar que se entregaba ilusionada; pero... la codicia en persona.
No era, no, aquella hermosa noche en que se había quedado también de bruces después de hablar con su tío. Entonces, la belleza esplendorosa del cielo, tachonado de estrellas, el limpio cristal de las aguas, donde cabrilleaba la luz de la luna, la blanda brisa juguetona, le hablaron un lenguaje de muerte, sí, pero dulce, recogido, íntimo. Era una voz amiga que le invitaba a reposar.
El estilo plateresco mostraba su gracia juguetona en la portada del claustro, y hasta el arte churrigueresco tenía la mayor de sus muestras en el famoso transparente de Tomé, que rompe la bóveda detrás del altar mayor para dar luz al ábside. En las tardes de asueto, Gabriel abandonaba el Seminario, vagando por la catedral hasta la hora en que se cerraban sus puertas.
Las breves cláusulas que ligeras se cruzaban eran, por un lado, lo más insulso del perfeccionado lenguaje social, y por otro el ingenuo balbucir de las sociedades primitivas. En todos estos casos se repite incesantemente el principio del mundo, esto es, los pruritos de la Creación, el querer ser. La juguetona bandada de mujeres a medio formar invadía el domicilio de Bringas.
Por fin, entre los árboles que á modo de bóveda sombrean la calzada pedregosa se divisan los pañuelos de cien colores de las zagalas y los ramos de pan guarnecidos de flores y cintas y la novilla juguetona y empenachada. Los de Entralgo tiran sus monteras al alto saludando con alegría la pintoresca comitiva. Cuando llega salen á recibirla y se cambian entre unos y otros cordiales saludos.
A la izquierda, el abismo, adivinado por la razón, más que visto por los ojos. Los árboles, que arraigaban sus troncos allá en el perdido fondo, levantaban sus copas hasta nosotros, las confundían y formaban un amplio toldo unido e impenetrable. De pronto, una cascada juguetona bajaba de la montaña e iba a alimentar el hilo de agua imperceptible que serpeaba en el valle.
La mañana del siguiente día, víspera de nuestra partida, la Vizcondesa encontrábase escribiendo junto a Cecilia, que tocaba el piano: y era aquella música tan alegre y juguetona, que acabó de disipar mis últimas dudas. No es posible pensaba yo entretanto, estar bajo el peso de una pasión cuando se ejecutan semejantes variaciones, y, sobre todo, cuando se ejecutan con tanta perfección.
Luego, al saltar a otro país de cocoteros y bosques enmarañados, con ríos como mares, llanuras de infernal ardor, volcanes de cima humeante y lagos suspendidos entre cordilleras vecinas a las nubes, volvía a encontrar vestido de blanco, con el sombrero de paja en la mano, el mismo hidalgo cortés y ceremonioso; la dama de breve pie y ojos andaluces, discreta, juguetona y devota como una tapada de Lope; el antiguo convento colonial con sus torres encaperuzadas de azulejos que desgranan el campaneo de las horas en las tardes ardorosas o las noches lunares sobre calles de rejas ventrudas impregnadas de perfume de naranjo y de jazmín.
He sido más afortunado que tú dijo Salvador, apartándole otra vez del fuego, que le atraía como a mariposa , porque yo hace tiempo que he olvidado todas las ofensas; hace tiempo que he cogido todos los rencores y arrancándolos de mí los he echado fuera, como se echa este papel al fuego. Salvador arrojó al fuego un papel que ardió instantáneamente con llamarada juguetona.
Oculto tras de las cortinas, y con el corazón lleno de angustia, esperé su vuelta. De pronto vi que entraba, y al advertir que no le acompañaba nadie, respiré con libertad. Ligera y juguetona como siempre, recorrió en todos sentidos su aposento sin tropezar con mi carta, hasta que por último quiso la casualidad que pusiera el pie encima. Entonces se inclinó para recogerla. Yo estaba en ascuas.
Palabra del Dia
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