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¿Tiene usted, tiíta, el dinero a mano? preguntó. Y mientras la señora buscaba en el bolsillo, él largó las botaratadas con que siempre respondía a tales prédicas: si no había que apurarse por tan poca cosa, cuando él trabajaba por echar los cimientos de la fortuna de la familia, y lo conseguiría en un dos por tres, porque además de sus operaciones de Bolsa, tentaba al demonio de la lotería, comprando un numerito en cada jugada.

Si volviéramos y confesásemos la jugada que les hemos hecho ¿cuánto daría usted por nuestras vidas? Ni más ni menos que lo que valen.

La partida estaba en su pleno y los «Play», «Ready» que se cruzaban entre los jugadores llegaban a su oído llevados por la brisa marina. Hasta distinguía el duro acento anglosajón y las notas argentinas de Blanca cuando se reía de alguna jugada torpe. Aquella chiquilla tenía la culpa de todo...

1144 -Un padre que da consejos más que padre es un amigo; ansi como tal les digo que vivan con precaución: naides sabe en que rincón se oculta el que es su enemigo. 1145 Yo nunca tuve otra escuela que una vida desgraciada: no estrañen si en la jugada alguna vez me equivoco, pues debe saber muy poco aquel que no aprendió nada.

Sarto y Tarlein caerán en la refriega, como caerá también el Duque. ¡Hola! , Miguel el Negro, como un miserable que es. Cuanto al Rey, tomará el camino del infierno por la «Escala de Jacob.» ¡Ah! ¿También sabe usted eso? Y quedarán sólo dos hombres cara a cara: Ruperto Henzar y usted, rey de Ruritania. Se detuvo un momento, y con voz que la emoción agitaba, continuó: ¿No es una jugada soberbia?

D. Martín estaba malhumorado y disputaba a cada jugada. D.ª Eloisa hablaba tranquilamente del caso. Ninguno, por estupendo que fuese, conseguía alterar el sistema nervioso de la buena señora. Su interlocutora D.ª Serafina seguía dirigiendo frecuentes miraditas y sonrisas a su capellán; pero éste se había puesto repentinamente serio, cejijunto.

Rocchio, el del Progreso, y los otros; aun trampeando de aquí y de allí y encalleciéndose las manos en el trabajo... El juego tan sólo, pero no se acercaría ya al tapete: su última carta estaba jugada. ¿A qué luchar más?

Si él se sintiera con fuerzas bastantes, sería de ellos; ingresaría en el batallón audaz que, guiado por Morte, marchaba de jugada en jugada a la conquista de los millones; y decía esto con la fiebre de explotación adquirida en la tienda oyendo a los bolsistas, fiebre que comunicaba a las dos mujeres, que le escuchaban como un oráculo.

Con la tía Goya era otra cosa; él no la saludaba, y en cuanto a don Bernardino, no hacía aún dos días le había tomado la acera, dispuesto a armar camorra. Bien sabía Jacinto que él no podía verles, a causa de los disgustos de familia, pero no por eso eran menos amigos; todas las tardes se reunían en el escritorio, y allí discutían si debían entrar o no en la jugada bursátil del día.

Esto lo dijo Leto preparándose a jugar por la baranda de arriba; y al oírlo Maravillas, le soltó desde enfrente una sonrisita de las más acentuadas de las suyas. Leto la pescó en el aire, y casi se sintió mortificado; pero estaba más atento que a esas cosas, a la jugada que acababa de prepararle un descuido de su contrario.