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Recuerdo que una vez, estando en Palacio, me suplicaron que les mostrase cómo era una, y tuve que capear, picar y matar una silla, lo cual divirtió mucho a toda la Corte, especialmente al Rey Jorge III, quien era muy amigote mío y siempre me decía que le mandase a buscar a mi tierra aceitunas buenas. ¡Oh!, tenía mucha confianza conmigo.

¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere jugar conmigo todavía? ¿, Jorge? ¡Vamos de una vez! Entonces me fui. Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa, ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el carruaje.

Yo no si don Jorge había ocultado su baraja con el aguardiente como objeto prohibido a la comunidad, lo cierto os que, valiéndome de las propias palabras de la madre Shipton, «no habló una sola vez de cartas» durante aquella noche. Menos mal que pudo matarse el tiempo con un acordeón que Tomás sacó con aparato de su equipaje.

Soldados, les dijo, vengo á anunciaros que la Guardia Blanca acaba de ser objeto de un alto honor. El príncipe nos ha elegido para formar la vanguardia y seremos los primeros en atacar al enemigo. Si alguno de vosotros vacila en este momento.... ¡Os seguiremos hasta el último! ¡Viva nuestro capitán! gritaron á una los arqueros. Bien está. ¡Por San Jorge! no esperaba menos de vosotros.

Son estas tres obras que exceptúo La Celestina, las Coplas de Jorge Manrique, y El Amadis, en su última forma definitiva. No seré yo de aquellos á quienes condena el Sr.

Mientras tanto, las sendas desaparecían rápidamente bajo la nieve que caía con profusión. Por un momento quedó aterrado don Jorge, pero pronto volviose hacia el fuego, con su serenidad acostumbrada. No despertó a los dormidos.

Las obras de algunos de los más notables, fueron coleccionadas por Alfonso Lopes da Acosta, y como primera parte dos autos é comedias portuguesas, Lisboa, por Andre Lobato, 1587 4.º Este libro, una de las rarezas bibliográficas más buscadas, contiene los autos Do Ave María, Do Procurador, Do Dezembargado, Dos Dous hirmaós Do Cioso, Do Mouro encantado, Dos Camtarinhos, de Antonio Prestes, de Santarem; el auto de Rodrigo é Mendo de Jorge Vinto, Os Amphitrytes y Filidemo de Luis de Camöens, el auto Do Físico, de Jerónimo Ryveiro Soarez, y la Cena Feliciana, de Enrique López.

Los primeros mártires que aparecen sentenciados á muerte por el consejo ó mexuar del rey sarraceno son Jorge, Felix, Liliosa, Aurelio y Sabigoto, los cuales fueron decapitados en el mes de julio del año 852. Hasta entonces las causas de los cristianos que se ofrecian al martirio no habian salido de la jurisdiccion de los Cadíes. Véase la vida y martirio de Sta. Sabigoto.

Eran los primeros en partir porque iban muy lejos, a los últimos cuarteles de la posesión real: al Goloso, a San Jorge, a Valdelaganar, cerca de Viñuelas. Los que aún permanecían en el puentecillo comunicábanse los cuarteles en donde pensaban pasar la noche.

Estaba surto en el puerto otro capitan que iba á Méjico, y él en tierra con 150 hombres: el cual, habiendo sabido el robo de la muger, procuraba la paz entre nosotros y los de la ciudad, con que se les entregasen D. Jorge de Mendoza, la hija y la criada; y habiendo entrado el capitan Peyne y el gobernador de la isla en nuestro navio para egecutar lo pactado, D. Jorge les dijo, que aquella era su muger, y ella que su marido; y al punto se desposaron con gran dolor y tristeza del padre de la muchacha.