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Actualizado: 17 de junio de 2025


Admiróse el General de ver tan poca gente, hasta que supo los motivos referidos que le contó Jorge Lujan. Del sitio, toma y quema de la ciudad de Buenos Aires.

De todo eso se deduce que no podemos hacer nada contra Gray dijo con disgusto la de Leiva. Nada, señora... Se va a erigir un monumento a Jorge III... La embajada inglesa... Wellesley... ¡Oh!, esta batalla de la Albuera estrechará más aún las relaciones entre ambos países. ¡Gran victoria! dijo Valiente . En Extremadura nos envalentonamos un poco. Pero está muy mal de la parte del Ebro.

Por eso, hasta llegar a la calle de Jorge Juan, no advirtió la presencia de un joven que desde la acera contraria y caminando a la par con ella la miraba con más admiración aún que curiosidad. Al llegar aquí, sin saber por qué, levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los de su admirador. Un movimiento bien perceptible de disgusto siguió a tal encuentro.

Jorge de Cristopol, caballero rico y principal de Macedonia, venia de Salonique á Constantinopla á verse con el Emperador Andronico, con ochenta caballos.

A sus orillas están los artísticos lienzos del palacio que llaman del Emperador: la admirable fachada del Palacio Ducal que mira al Gran Canal; el lindo puente de la Paja; las prisiones, unidas, segun he apuntado ya, al Palacio Ducal por medio del Puente de los Suspiros; el Adriático; enfrente, las admirables iglesias de la Salud, la de San Jorge, el bello edificio de la Aduana, el canal de la Judea, rodeado de iglesias y palacios; infinidad de góndolas que á manera de coches de plaza aguardan, arrullándose dulcemente, al que primero se llega: las embarcaciones del comercio extranjero á la embocadura del Adriático: todo, todo es admirable.

Y ella no podía gritar: «¡Es mi hijoNada adelantaba con esta revelación escandalosa. Y siguió entregando sus paquetes regularmente, aunque no fuesen para Jorge. Servirían para saciar el hambre de otros.

Nuestros campeones serán los señores de Abercombe, Percy, Beauchamp y Leiton, y el invencible barón de Morel. ¡Viva! ¡San Jorge le proteja! ¡Buena elección! vociferaron los arqueros. ¡Buena, como hay Dios! exclamó Simón. No hay para un soldado de buena fibra honra mayor que la de tenerle por jefe. Ya veréis á dónde nos lleva, muchachos, y en qué aventuras nos mete.

Pronto la isleña curiosidad se enteró de los nombres de estos forasteros de aspecto alarmante. Ella era una francesa, autora de libros: Aurora Dupín, antigua baronesa separada de su marido, que se había hecho una reputación universal por sus novelas, firmándolas con un nombre masculino y el apellido de un asesino político: Jorge Sand.

Entonces se indignaba hasta saltársele las lágrimas, gritaba que se intrigaba contra él y escribía largas quejas al Santo Sínodo y al Capítulo de la Orden de Caballeros de San Jorge. El doctor Chevirev, como recibiese una queja de aquéllas, le envió inmediatamente una respuesta oficial en toda regla, en la que le daba una completa satisfacción.

»Sería arriesgarse me dijo, a recibir las justas reclamaciones del embajador de España. »En aquel instante anunciaron al Rey, y Jorge II apareció apoyado en el brazo de un joven de buen aspecto y cuidadosamente vestido. Necesité hacer un grande esfuerzo para reprimir un grito de sorpresa al reconocer en aquel joven a Carlos, el cual palideció visiblemente y se vio obligado a apoyarse en un sillón.

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