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Actualizado: 28 de junio de 2025
Ahí, donde ahora se eleva esa columna como una plegaria se eleva al cielo, estuvieron las jaulas de hierro, construidas en forma de embudo, para que el prisionero no pudiera permanecer sino encorvado. ¡Cosa singular!
Conversando estuvieron largo rato, y la señora de Quevedo le enseñaba sus jaulas de pájaros, canarias en cría, un jilguero que sacaba agua del pozo, y comía extrayendo el alpiste de una caja, con otras curiosidades ornitológicas de que tenía llena la casa. A la hora de comer entró Quevedo muy fatigado, diciendo: «No hay nada todavía...». Y como vio allí al sobrino de doña Lupe, no dijo más.
Encima de estos muebles se veían roperos sin ropa, jaulas sin pájaros, y arrinconado en la pared, un biombo de cuatro dobleces, mueble que, entre los demás, tenía no sé qué de alborozado y juvenil.
Los muebles no pecaban de suntuosos ni de abundantes, y en todos los rincones permanecían señales evidentes de los hábitos del último inquilino, hoy abad de Ulloa, y antes capellán del marqués: puntas de cigarros adheridas al piso, dos pares de botas inservibles en un rincón, sobre la mesa un paquete de pólvora y en un poyo varios objetos cinegéticos, jaulas para codornices, gayolas, collares de perros, una piel de conejo mal curtida y peor oliente.
Además, o es uno hombre, o no lo es; o tiene o no tiene entrañas de humanidad, agallas para ir por donde vayan y hacer lo que hagan otros; o sirve o no sirve para algo más útil y de mayor jugo y provecho que pisar alfombras de salones; engordar el riñón a fondistas judíos, sastres y zapateros de moda; concurrir a los espectáculos; devorar distancias embutidas en muelles jaulas de ferrocarril, y gastar, en fin, el tiempo y el dinero en futilidades de mujerzuela presumida y casquivana.
Y, llegándose a don Quijote, que estaba dando priesa al leonero que abriese las jaulas, le dijo: -Señor caballero, los caballeros andantes han de acometer las aventuras que prometen esperanza de salir bien dellas, y no aquellas que de en todo la quitan; porque la valentía que se entra en la juridición de la temeridad, más tiene de locura que de fortaleza.
Tenía gran sala baja, capilla, patio con flores, habitaciones con zócalo de azulejos amarillos y verdes; puertas de pino, lustradas y chapeadas; gran número de arcones, muchas obras de talla, cuadros viejos y nuevos, algunas jaulas de pájaros, finísimas esteras, y, sobre todo, una tranquilidad, un reposo y plácido silencio que convidaban a residir largo tiempo en aquella mansión.
La porquería y el aguardiente la iban barrenando la carne, según decía Coleta al insultarla en plena embriaguez con el apodo de Borracha. No están en casa, señor Isidro dijo con hipócrita mansedumbre . El Mosco se fue esta mañana con el señor Manolo, llevando las jaulas y la red. Han ido a pájaros. La chica, la Feliciana, va de máscara.
La española infantería, al recorrer por las tardes en la grata compañía de sus patronas las jaulas del establecimiento, se siente regenerada y dispuesta a habérselas con todo linaje de republicanos feroces y dañinos, mansos o amansados. Las fieras, como es lógico, conocen de vista a todos los reclutas de la guarnición, y no sólo a los reclutas, sino a sus parientes y amigos.
En los pisos inferiores, debajo de sus pies, en aquel segundo palacio que, adherido al acantilado, descendía hasta el mar, estaban los acuarios, las bestias misteriosas del abismo continuando su existencia entre burbujas de agua corriente, en sus jaulas de cristal.
Palabra del Dia
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