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Actualizado: 14 de mayo de 2025
26 Y él dijo: Rey señor mío, mi siervo me ha engañado; pues había tu siervo dicho: Enalbardaré un asno, y subiré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. 27 Pero él revolvió a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz pues lo que bien te pareciere.
Yo preferiría que nos ensayáramos de a poco. Vayan ustedes en el break; yo iré a caballo. ¡Eso es! Y así podremos alternar... un poco en tu caballo... y otro en coche. Si quieren dijo Baldomero hay caballos muy mansos y de lindo andar... bueno, que para ir hasta lo de Anastasio es lejos, agregó recapacitando. ¡Y usted hablaba de «corrernos» hasta el pueblo!
Pero el joven de la faja, que no había dejado de mirarme con extraña atención, sin interrumpir su malagueña silbada, extendió la mano solemnemente, diciendo: No, cabayero, no vaya uté... Yo iré a darle el recao... Uté puee quearse con esta chavaliya, sin perjudicá... «Bronca tenemos», pensé; y, como maldito el deseo que sentía de liarme con un chulo, me hice el tonto.
Que si se decide a quererme... usted no se decidirá, pero si se decide, tenga cuidado de no decírmelo de sopetón... porque me moriré de gusto... Sería como una descarga eléctrica. Estese tranquilo... Sí, se lo iré diciendo poco a poco... preparándole, como cuando se dan malas noticias...
Ha sido un desastre, mi querido doctor, la quiebra de Schlingen me ha dividido de parte a parte; luego, mis compromisos anteriores... total, que ahí les abandono todo y me iré al Frigal cuanto antes, a esperar que el ciclón pase... ¡Y nada podemos hacer por usted! Ya ve, el mismo Hipotecario se nos ha plantado, y no es cosa de dar más que hablar. ¡Qué chambonada la suya!
Me iré a vivir a un pueblo, sin más lujo que una escopeta, ni más amigo que un perro. De pronto soltó a Cristeta, se sentó en una silla, y juntando las manos, comenzó a dar vueltas con los pulgares, como suelen hacer los que están muy aburridos. Cristeta, discurriendo con el sublime egoísmo del amor, pensó: «¡Pobre! ¡Tal vez se quede pobre! ¡Así será más fácilmente mío!»
¿Y cómo lo sabe usted? preguntó Sarto. Le dije cuanto sabía de aquella dama, y Sarto hizo un ademán de aprobación. Lo cierto es dijo pensativo, que ha tenido un disgusto serio con el Duque. Si quisiera podría sernos útil observé. Pero sigo creyendo que esa carta la ha escrito Miguel. Pienso lo mismo, pero quiero saberlo con certeza. Acudiré a la cita, Sarto. No; yo iré.
Sin embargo, como si hubiese adivinado tu pensamiento, he resuelto el asunto segun el deseo de tus protegidos. Me iré al teatro y te esperaré á la salida. Tu tierno palomillo, Custodining.» ¡Qué bueno es el hombre! exclamó Tadeo enternecido. ¿Y bien? dijo Sandoval, no veo nada malo, ¡todo lo contrario!
Por eso será que Julî no ha querido desprenderse de él prefiriendo empeñarse. La observacion surtió efecto. El recuerdo de su hija detuvo á Cabesang Tales. Si me permitís, dijo, iré al pueblo á consultarlo con mi hija: antes de la noche estaré de vuelta. Quedáronse en ello y Cabesang Tales bajó inmediatamente.
¡Bueno he andado yo todo el día! No culpéis, pues, ni á vuestra esposa, ni á vuestra hija, ni á su novio. Yo tengo la culpa de todo, señor Francisco, y yo os prometo que en saliendo de aquí no me veréis más, porque iré á meterme fraile. ¿Y crees tú que yo dejaré que tu crimen quede impune por mi parte? ¡Ah! ¡queréis dar parte á la justicia! Es mi obligación; me lo manda mi conciencia.
Palabra del Dia
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