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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Siempre se cree que es de mal tono no invitar al brillante desconocido, que ha aparecido una noche en la platea del Colón, o un domingo en el bosque de Palermo. Me acerqué a Blanca; la cumplimenté; me tendió la mano sonriendo, y me dijo: Seremos grandes amigos... Soy su tía... agregó con una sonrisa. Lo seremos le contesté con afecto.

Pero los triunfos que en el salón de 1875 obtuvieron los cuadros de Fabrice decidieron a la desconfiada baronesa, dignándose por fin otorgar su protección a un hombre que precisamente ya en aquellos momentos para nada la necesitaba; pero el hecho fue que al cabo se resolvió, y después de ardua y detenida conferencia con Pierrepont, tuvo a bien invitar al pintor a que fuera a pasar algunas semanas en los Genets, donde ella podría entregarse a las molestias consiguientes a tal operación, con más comodidad y espacio que en París.

Las cosas, o hacerlas bien, o no hacerlas. Y mandó llamar a Simón. Se marchó Guzmán, y entró a muy poco rato el mayordomo. Así estaban las cosas, con un pasito más que luego conoceremos, al invitar yo en los comienzos del capítulo precedente al lector amable y pío, a que me acompañara al nuevo domicilio de la marquesa de Montálvez.

Mis tíos habían invitado a todas sus relaciones para ver pasar las tropas desde los balcones, y Alejandro, bastante mal humorado por cierto, pasó toda esa tarde y parte de la noche en invitar por recado a todas las amistades de la familia. Al día siguiente reinaba en la ciudad un inmenso entusiasmo; hombres y mujeres hervían en el puchero porteño, como diría el autor del Diablo Cojuelo.

¿Avisó al comisario, Baldomero? Hoy de mañana le hablé, don Melchor, y me dijo que estaba gustoso y que no faltaría. Yo creo dijo Ricardo, que para un «fieston» como el que preparan deberías invitar a don Casiano... quizás viniera. ¡Anda !... Vas mañana... y te lo traes el domingo. ¿En serio?... ¿Me autorizas para ir a invitarlo en tu nombre?

Pues bien, caballero, permítame usted asistir al ensayo de mañana. Ofrece aún tan poco atractivo, que sólo me atrevo a invitar a mis amigos. Razón de más para que yo insista, caballero. Y yo me considero muy honrado con que se digne usted hacerme tal petición. Me estrechó la mano y quedamos citados para el día siguiente.

En cuanto a consuelos, no los tengo; distracciones, las encontraría, pero mi corazón está demasiado triste. Conozco a algunos caballeros que vienen aquí todos los martes por la noche a charlar un rato. No me atrevo a invitar al señor duque de La Tour de Embleuse a estas reuniones melancólicas; su negativa me humillaría y me haría muy desgraciada.

Una pareja de esas que se forman con una mamá aburrida y un acompañante de compromiso, vino a sentarse a nuestro lado y nos consagró una mirada de indiscreta curiosidad. Yo aproveché la ocasión para invitar a Blanca a que abandonásemos el campo al enemigo y ella aceptó.

Charlaba como una lora, siempre buscando la compañía de los hombres; brincaba todas las tardes como una bailarína de ópera, haciéndose invitar por los mas jóvenes y gallardos á bailar polkas, varsovianas y cuadrillas; y tenia tal furor por el juego que se resentía con todos los que no le aceptábamos sus convites.

Triunfante Butrón y rejuvenecido, felicitaba a unos, animaba a otros, multiplicábase por todas partes, tendiendo siempre la caña, y entre el calorcillo de la cena y el humo de las satisfacciones, estuvo a pique de desquiciarse aquella cabeza tan firme, hasta el punto de pasar por ella la idea de invitar para el cotillón a la excelentísima señora doña Paulina Gómez de Rebollar de González de Hermosilla.

Palabra del Dia

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