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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Un sacudimiento semejante al que produce una corriente eléctrica le hizo ponerse en pie vivamente. El corazón le latía con tal fuerza que se llevó las manos al pecho. Una emoción grande, intensa subía de él hasta la garganta y se la apretaba. Sentíase inundado de una extraña alegría. Comenzó a pasear por el corredor, presa de un desasosiego tan dulce que le hacía daño.
No pude menos de reírme de la evidente sinceridad del cura, el cual dio un salto al oír la carcajada burlona que dejé escapar. ¿Ahora se ríe?... exclamó abriendo los ojos con intensa sorpresa. Qué hermosa es la juventud... Se llora y se ríe sin saber por qué...
Y en palabras entrecortadas, apretones de manos y miradas de intensa ternura, desbordábase su amor por tanto tiempo contenido, mientras el bondadoso anciano, presto a dejar ya esta vida, desde el borde de su tumba impetraba de Dios bendiciones sobre la cabeza de los que aun debían disfrutar los goces de la existencia. Ea, hijos míos, yo no estoy para sufrir emociones dijo el señor de Avrigny.
Pero la intensa y ardiente mirada de la condesa era incomprensible. ¿Estáis enterado de lo que debéis hacer? dijo doña Catalina cuando vió que tenía á Santos rendido á discreción. Sí; sí, señora contestó Santos reponiéndose ; pero suplicaría á vuecencia me dijese claramente punto por punto...
Estas palabras produjeron en Ricardo, a quien iban dirigidas, una impresión tan intensa, que pretendiendo disimularla, dijo dirigiéndose a Lorenzo: ¡Ché!... ¿Y los diarios?... ¿dónde los han puesto que no los veo? Están ahí arriba respondió Melchor, señalándolos, y agregó: ¿no les parece que sería bueno almorzar?... ¡Yo siento una languidez!...
Y ese hombre, ese socio del círculo, que trataba á usted tan familiarmente... ¿quién era? Tragomer se puso sombrío; la animación de su semblante dejó plaza á una intensa palidez y dijo, bajando la cabeza: Era el conde Juan de Sorege, el amigo intimo, el compañero de locuras de Jacobo de Freneuse cuando éste era libre y dichoso...
Su curiosidad era una fiebre intensa que de ningún modo podía calmarse. Cada vez era mayor su desconsuelo por no ver a la Nela; pero en tanto rogaba a Florentina que no dejase de acompañarle un momento. El tercer día le dijo Golfín: Ya se ha enterado usted de gran parte de las maravillas del mundo visible. Ahora es preciso que vea su propia persona. Trajeron un espejo y Pablo se miró en él.
Se detuvo delante de él, lo alzó y lo contempló unos momentos con interés; luego, echando una mirada tímida a la puerta, lo llevó a los labios dos o tres veces y lo dejó donde estaba. Permaneció algunos minutos inmóvil, de pie en medio de la habitación, con los ojos en el vacío, enajenada por intensa meditación.
Estaba en el teatro, pero en un entreacto se le ocurrió salir a satisfacer una curiosidad intensa que había sentido. «Si por casualidad estuviese en el balcón.... No estará, es casi seguro, pero ¿si estuviese?». ¿No tenía él la vida llena de felices accidentes de este género? ¿No debía a la buena suerte, a la chance que decía don Álvaro, gran parte de sus triunfos? ¡Yo y la ocasión!
De igual suerte que cuando el maestro duerme los chicos arman bulla y algazara, así al quedar en reposo la voluntad de don Juan, se le avivaron los deseos, excitáronsele los recuerdos, y las imágenes creadas por la fantasía, unas brillantes, otras pálidas, pero todas de intensa realidad para su mente, comenzaron a desfilar en ronda interminable.
Palabra del Dia
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