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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Ya adivinará usted á lo que vengo... Felicia la miró con intensa atención sin despegar los labios. Vengo por Demetria... ¿Dónde está? Felicia se puso todavía más pálida. Arriba está dijo con voz apenas perceptible. Repentinamente se había quedado ronca. Llámela usted. Demetria, baja quiso gritar la pobre mujer. Pero su voz salió tan débil que apenas pudo llegar arriba.

Cuando al día siguiente despertó Magdalena, a quien la intensa emoción sufrida había rendido hasta el extremo de dejarla sumida en un sopor profundo, era ya bien entrada la mañana. Llamó a su doncella y le mandó que abriese las ventanas.

Al verla llegar, al cabo, con su vestidito gris, soportando gallardamente las dos existencias en que su ser se partía, una emoción intensa hizo palpitar su corazón. Corrió hacia ella y se apretaron las manos y se miraron a los ojos con embeleso. Luego, cogiéndose del brazo, entraron en el Retiro, y pasearon charlando bajo los árboles.

Velázquez quedó lívido, inmóvil; sus ojos se clavaron con extraña fijeza sobre los de la joven, que sostuvo fieramente la mirada. Pero haciendo un esfuerzo supremo sobre mismo soltó los brazos que tenía cogidos, dió un paso atrás y quedó de repente tranquilo, profundamente tranquilo. Hubo un instante de silencio en que ambos se contemplaron con intensa atención.

Además, no estaban acostumbradas a las comidas fuertes de los señores, y podían hacerlas daño. Pero el olor de la carne, de la sagrada carne siempre vista de lejos y de la que se hablaba en la gañanía como de un manjar de dioses, pareció marearlas con una embriaguez más intensa que la del vino.

En el centro de la estancia una lámpara de bronce, pendiente del techo por una cadena, derramaba luz más viva, clara e intensa que la producida por la combustión de la cera y del aceite. Casi debajo de la lámpara había un atril y en el atril un gran libro manuscrito en pergamino. El Padre Ambrosio se acercó al libro y dijo: Esta es la Alegoría de Merlín.

Todo lo advirtió el hijo del brigadier de una sola pero intensa mirada, y no sin pena, recordando el antiguo esplendor de su casa. ¡Oh, mamá! ¿cómo sigue V.? dijo avanzando con efusión hacia ella. Bien, ¿y , Miguel? contestó tendiéndole una mano. Miguel, que iba decidido a abrazarla, se detuvo ante aquella actitud y se contentó con tomarle la mano y apretarla contra su pecho.

Cada uno era un espíritu que contemplaba, lleno de asombro, al otro espíritu. Igualmente experimentaban respecto de mismos una extraña sensación, porque en aquel momento á cada cual se le representó, de una manera viva é intensa, toda su íntima historia y toda la amarga experiencia de la vida, como acontece tan solo en tales instantes en el curso de nuestra existencia.

Un marino, entonces, era algo extrasocial, casí extrahumano; un marino era un ser para quien la moral ofrecía otros aspectos que para los demás mortales. Te preguntarán cuánto has hecho decían los padres a sus hijos, que se lanzaban a la aventura , no cómo lo has hecho. Y los hijos se hundían en los abismos de la vida intensa, sin preocupaciones ni escrúpulos.

»No, cuando creí que iba a abrazar a usted. »Al pronunciar estas palabras, que parecían escapadas de sus labios, había en su voz, en su mirada, una expresión que no había notado nunca en él, y que me causó profundo asombro. »¡Carlos! exclamé inclinándome hacia él. »Lanzó un grito de dolor y su rostro se cubrió de una palidez intensa.

Palabra del Dia

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