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Actualizado: 21 de junio de 2025
En ocasiones nos sacaba los colores al rostro. Ganas daban de contestarle con un revés o con un insulto atroz; pero Quintín tenía siempre una sonrisa, un chiste, una frase cariñosa para calmar la tempestad. Paraba el golpe, y no había más remedio que tomar a broma el incidente, reir, dar un abrazo a quien momentos antes hubiéramos estrangulado de muy buena gana, y seguir oyéndole.
Realmente, los dos desmoralizábamos el baile. Ella, sin poder bailar, riéndose; yo, saltando pesadamente con la gracia de un oso blanco entre los hielos, al lado de Quenoveva y de Agapito, tan serios y tan graves, éramos un insulto a las tradiciones más venerandas del país. Sabido es que, entre estas tradiciones, la religión y el baile son las más importantes.
Y soltó el par de razones, aconsejándole que dejase cuanto antes las tierras del tío Barret. Debía creer á los hombres que le querían bien, á los conocedores de las costumbres de la huerta. Su presencia allí era una ofensa, y la barraca casi nueva un insulto á la pobre gente. Había que seguir su consejo, é irse á otra parte con su familia.
Basilio no tenía tiempo suficiente para abrirlos, acaso le detuviera tambien el pensamiento de que no es nada agradable recibir un insulto ó una provocacion y no tener medios de defenderse ó contestar. La censura, en efecto, permitía los insultos á los filipinos pero les prohibía á estos la réplica.
No pudo proseguir, porque Muñoz, en voz baja, descompuesta por la rabia contenida, le interrumpió: ¡Óyeme! Ella será lo que quieras, pero tú has de empezar a decir vilezas sobre Adriana, ¿me oyes?... cuando te hayas hecho digno, como un perro... Quiso agregar algún insulto atroz, pero la misma sobreexcitación le impidió proferir otra palabra.
Los vecinos de Animalejos, poco peritos en efemérides histórico-religiosas, decían que la ermita se arruinó en el primer tercio del siglo XVI, con motivo de la guerra de las Comunidades, que tantos desastres causó en Castilla la Vieja, y aun en Castilla la Nueva; pero los vecinos de los pueblos cercanos les daban matraca llamándoles, no se sabe por qué, «los que arcabucearon al Santo»; insulto que sacaba de sus casillas á los animalejeños y daba ocasión á tremendas palizas.
El racimo humano se detenía á veces mientras sus conductores bebían, y despues proseguía su camino con la boca seca, el cerebro oscuro y el corazon lleno de maldiciones. La sed era lo de menos para aquellos desgraciados. ¡Adelante, hijos de p ! gritaba el soldado, vigorizado de nuevo, lanzando el insulto comun en la clase baja de los filipinos.
Parecía un cadáver en pie. De pronto, despertó la fiera humana que se encabrita y ruge ante la desgracia. ¡Ah, perra descastada! bramó. ¡Mala piel! ¡....! Y el supremo insulto a la virtud femenil salió de sus labios disparado contra María de la Luz. Avanzó un paso, con la mirada extraviada y el puño en alto.
Los párrafos que aludían al 21 de Enero y a la muerte de Luis XVI, parecieron un insulto al duque de Orleans, y no sé cómo, pero es el caso que este príncipe tuvo conocimiento de lo sucedido por el librero, sin duda, antes de que fuesen publicados, e hizo escribir una carta a mi hijo por nuestro pariente M. Henrion de Pansey, presidente de su consejo.
No decían nada, pero el capitán adivinó sus palabras sin sonido... Le insultaban. Era el insulto del hombre de jerarquía superior al siervo infiel; el orgullo del oficial noble que se acusa á sí mismo por haber fiado en la lealtad de un simple marino mercante. ¡Traidor!... ¡traidor! parecían decirle sus ojos insolentes, su boca murmurante y sin voz. Ulises se encolerizó ante esta altivez.
Palabra del Dia
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