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Actualizado: 16 de julio de 2025


Los ojos azules de Susana alborotaban los sentidos; los ojos negros de Valeria, por dulces y serenos, inspiraban más cariño que deseo. No había entre ellas rivalidad posible. El hombre que se prendase de una no podía racionalmente enamorarse de otra.

Se acordaban de pronto de los numerosos vales que llevaban firmados: iba a llegar el momento de ajustar cuentas con el mayordomo. Un ambiente de tristeza y desasosiego se esparcía por el buque, velando las voces y haciendo languidecer las conversaciones. Los sitios vacíos inspiraban el melancólico recuerdo de los ausentes.

En el fondo gris de la vida cotidiana se abrían a modo de abismos obscuros, llenos de misterio y de sombras movibles y mudas. Se acordó de la clase donde daba todos los días las lecciones, de la fisonomía de los alumnos, que no le inspiraban ya sino disgusto, de sus cuadernos azules, con manchas de tinta, sucios, llenos de faltas estúpidas, idiotas, que hacían aún más detestable la vida.

Y usted, patrón, que es viejo para ir á la guerra, tendrá que comer como yo, con todos sus millones... Reconozca que esto es hermoso. Desnoyers no se ofendía por la maliciosa satisfacción que inspiraban al carpintero sus futuras privaciones. Estaba pensativo.

Las divinidades del mare nostrum inspiraban al médico una devoción amorosa. Sabía que no habían existido, pero creía en ellas como poéticos fantasmas de las fuerzas naturales. El mundo antiguo sólo conocía en hipótesis el inmenso Océano, dándole la forma de un cinturón acuático en torno de la tierra.

La de Febrer recibía como huésped a un noble improvisado, recién salido de la nada, cuyas lejanas hazañas y visibles riquezas inspiraban entusiasmos y murmuraciones.

Cesó este al fin, convirtiéndose en vivas y aclamaciones, merced a la simpatía que inspiraban los novios y a una arroba de vino generoso y a bastantes hornazos y bollos que el alguacil y su mujer repartieron entre los tocadores de los cencerros.

De vez en cuando se divertía consultándole sobre la suerte futura del vapor; quería saber si los submarinos le inspiraban miedo. No hay cuidado afirmaba Caragòl . Tenemos buenos protectores. El que se ponga ante nosotros está perdido. Y mostraba á su capitán las estampas y tarjetas postales clavadas en las paredes de la cocina. Recibió Ferragut una mañana la orden de partir.

Todos los empleados que vivían en el claustro alto envidiaban su cargo, por ser el más productivo y por el favor de que gozaba cerca del arzobispo y los canónigos. El Azul consideraba el templo como de su propiedad, faltándole poco para arrojar de él a los que le inspiraban antipatía.

Dupont abría sus ojos desmesuradamente para expresar el asombro y la repugnancia que le inspiraban los nuevos rebeldes. Y no creas, Fermín, que yo soy de los que me asusto por lo que ese Salvatierra y sus amigos llaman reivindicaciones sociales.

Palabra del Dia

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