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Refúgiate siempre en ... aun cuando te figures que yo soy el enemigo contra el cual necesitas protección. Estaba bien dicho, ¿no es cierto? Era porque la piedad y el buen deseo me inspiraban. ¡Qué pobre diablo era yo! ¡Como si un poco de juventud no valiera mil veces más que la piedad más tierna! Pero el efecto de mis palabras fue tan violento e inesperado que llegué a asustarme.

Le daba miedo ver tanto gitano; le inspiraban inquietud estos hombres de color de bronce y mirada aviesa, como bandidos de carretera. Temía a las mujeres viéndolas de lejos vociferar y amenazarse en un lenguaje extraño, del que sólo entendía algunas palabras.

Al salir á la calle temblaba de emoción ante los soldados inválidos. Los convalecientes de aspecto enérgico, próximos á volver al frente, aún le inspiraban mayor lástima. Se acordó de un viaje á San Sebastián con su esposo, de una corrida de toros que le había hecho gritar de indignación y lástima, apiadada de la suerte de los pobres caballos.

Pero si en el exterior ni en la entrada no se encontraba cosa alguna que revelase el altísimo origen de sus habitadores, en el interior, por el contrario, había mil objetos que inspiraban á la vez curiosidad y respeto. Estos muebles ocupaban las dos terceras partes de la casa y casi todo el piso segundo, que también era de ellas.

Mateo con sus enormes bigotes blancos y arrogante figura militar, aunque ya sabemos que era el hombre más civil que hubiese producido Lancia desde hacía algunos siglos. Granate dejó escapar algunos gruñidos destinados a probar el profundo desprecio que aquellos dos personajes le inspiraban, el uno por su poca formalidad, y el otro por no tener ni un mal cupón del tres por ciento.

El papel le perseguía, le rodeaba; había nacido para ser su siervo. ¡Siempre el papel, negro de tinta, acosándolo, cerrándole el camino! Mientras tanto, el pan y el bienestar huían de él, yéndose en busca de los brutos. Con la cólera que le inspiraban estos pensamientos, arrojó en el triste rescoldo un volumen, el primero que halló a mano.

Las guiaba el cariño por sus hombres, que a veces las trataban con una rudeza que tal vez explique el afecto que inspiraban a esas pobres criaturas. Más de una ha de dormir hoy el sueño eterno en el poblado cementerio de la compañía del canal; pero ¡bah!, entre morir a los veinticinco años en el delirio de la fiebre, o sobre un colchón de hospital a los cuarenta, ¿qué es preferible?...

No; no le hacía gracia tropezarse con aquel bandido en sus excursiones a La Rinconada. El era un valiente matando toros, y en la plaza se olvidaba de la vida; pero estos profesionales de matar hombres le inspiraban la inquietud de lo desconocido. Su familia estaba en el cortijo.

Cierto es que Antonia por propio instinto y conceptuando como cosa muy natural el proceder de su prima, aparentaba no dar ninguna importancia a aquellos actos que tiempo atrás habrían herido tanto su corazón como su orgullo; antes bien, parecía que las faltas de Magdalena le inspiraban compasión. Siendo ella quien debía perdonar parecía que era quien imploraba perdón, por culpas imaginarias.

El era un señorito, un intelectual, una futura eminencia. ¿Qué dirían sus amigos, aquellos camaradas de café, si le veían en la calle cargado como un mandadero?... Pero Isidro hizo un gesto de indiferencia, a pesar del pavor que le inspiraban estos encuentros. Que hablasen lo que quisieran: deseaba ayudarla, servirla de algo.