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Actualizado: 2 de noviembre de 2025
Alfonso habla con cierta amargura contra lo que llama su deslealtad, y esto me mortifica, porque yo creo bueno a este príncipe e inocente del crimen de su desventurado padre.
Valentín les miraba sin orgullo ni cortedad, inocente y dueño de si, como Cristo niño entre los doctores.
Pregunté, pues, a Adela a dónde iba y me respondió con una ligera e inocente sonrisa que era un gran secreto. Tal misterio, puedes creerlo, no me produjo la menor inquietud. Yo lo había olvidado ya cuando el último sonido de las palabras aún no había acabado de agitar el aire.
Mujer, me equivoqué, me expliqué mal. Lo que yo quería decir era que debía dejarme llevar, para mirar, como para todo, de mis sentimientos cristianos, de ese natural impulso mío, modificado y depurado por la educación moral y religiosa que, a Dios gracias, he recibido. ¡Pero ven acá, inocente! ¿Qué trae la doctrina del Padre Ripalda sobre esos interesantísimos pormenores?
No se le ocultaba que el lance había sido provocado por Tristán a causa de sus ridículos celos, y aunque amaba ciegamente a su marido su conciencia no podía menos de sublevarse contra tal barbarie, contra una injusticia tan notoria. Aquel desenlace trágico la llenaba de confusión y de terror. ¿Qué hombre era éste que por una estúpida aprensión llegaba a dar muerte a un chico inocente?
¿Sabes amar, sin esperar siquiera ¡triste placer! que tu pasion conozcan? ¿Sabes llorar... pero llorar de celos? ¡Ay! no lo sabes. Sigue, sigue inocente tu camino, piensa una vez, y compadece al triste; ruede una vez por tu sereno rostro lágrima ardiente. Y cuando al seno de la madre tierra vuelva tu cuerpo, en mármol convertido, unjan tu frente de olorosas flores suaves aromas.
El señor Fermín no tuvo otro refugio que Jerez, y fue todas las madrugadas a la plaza Nueva a formar grupo con los jornaleros que esperaban trabajo, acogiendo con resignación el gesto desdeñoso de los capataces que le repelían por su antigua fama de cantonal y por las recientes aventuras del contrabando, que le habían hecho vivir algunos días en la cárcel. ¡Ay, las mañanas tristes pasadas en la plaza, estremeciéndose con el frío del amanecer, sin más alimento en el desfallecido estómago que alguna copa de aguardiente de Cazalla, ofrecida por los amigos! ¡Y después la vuelta desalentada a su tugurio, la sonrisa inocente de los hijos y el grito de tristeza de la mísera cuñada, al verle aparecer a la hora en que los demás trabajaban!
Comparaba aquel inocente dolor con el mío, le envidiaba amargamente el derecho que tenía de manifestarlo y no hallaba ni una palabra para consolarla.
Aún siendo jóven, aún sin tener conciencia cabal de sí propia, en el período inocente de la generosidad y del amor, aún en la aurora de la vida, entre los alegres albores del amanecer, pasa lo que Dios sabe: ¿qué no pasará, cuando la mujer se ha explicado á su modo el mundo en que vive; cuando está celosa y enamorada dé sus ideas, de sus opiniones y de sus hábitos, como de su pelo, de sus ojos ó de su vestido?
No tiene nada de extraño; al contrario, es muy natural lo que te pasa. Tienes un temperamento sentimental, imaginativo; has llevado con tu amo la vida libre y poética de la Naturaleza siempre juntos, en inocente intimidad.
Palabra del Dia
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