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Actualizado: 2 de noviembre de 2025
Sí, sí, D.ª Rafaela, por Dios, no me juzgue usted bueno... Soy muy malo... ya verá usted... La prendera no pudo menos de sonreír llena de benevolencia al ver el calor con que hablaba aquel inocente. Vamos, diga usted, criatura, diga usted. A ver qué maldades son ésas. ¡Sí que lo son!... ¡Ay, señora! La idea de que usted me tiene por mejor de lo que soy me martiriza.
Pero las apariencias estaban en contra de doña Beatriz. ¿Declamaré contra ésta? ¿Y si era inocente? ¿Y si las apariencias eran engañosas? ¿Y si ella, ignorante aún de la vida, no notaba que, sin querer, quizá sin merecerlo, daba pábulo a la maledicencia?
Tenía cierta vaga idea de que á los frailes no se les podía conceder la cosa más inocente sin que de ella sacasen todas las concecuencias y provechos imaginables, díganlo si no sus haciendas y sus curatos.
Se sabe que después de la heroica expedición de Santiago contra la tartana que sólo tenía un inocente buey por todo defensor, se sabe que, vuelto a bordo, el digno teniente de la Urna de San José, había decidido al capitán Massareo a destruir la embarcación, esperando así borrar las trazas de su mentira. Su voz agria y chillona lo dominaba todo a bordo de la escampavía.
Sí, sí, comprendo ahora que he sido una loca, que tratando de hacer un bien he causado un terrible mal... Su Ilustrísima me desprecia y tiene razón, porque no soy más que una pobre tonta... Pero no es eso lo malo... Lo horrible es que de aquí en adelante estará prevenido contra un pobre inocente... ¡Jesús de mi corazón, qué tentación ha sido la mía!...
En el tarjetero de la berlina traía Currita un papelito en que se veían apuntados gran número de nombres y de señas; hicieron dos visitas, a una magistrada del Tribunal Supremo y a una brigadiera de artillería, dignísimas señoras, a quienes, después de sacar los cuartos la olímpica condesa, puso en ridículo con desvergonzado gracejo, haciendo desternillar de risa a la inocente Margarita.
Es V. muy buena, muy hermosa... inocente de todo; Dios bendiga á V. y la haga tan feliz como merece. Y diciendo esto, alzó las manos como para bendecir á la muchacha, tomó su cabeza entre ellas y le dió en la frente un beso.
¡Inocente! la libra esterlina; una partitura que no admite rivalidades de escuela y poniéndome el sobretodo en el brazo, y armando el claque, sacome fuera y metiome en el cupé que comenzó a rodar apenas sonó el golpe de la portezuela. La fatiga me rindió aquella noche, pero no pude descansar.
Creo a veces que esta enfermedad es el purgatorio de esta pobre criatura, y si tan inocente ella me parece, y le hace falta sufrir como sufre, ¿qué será de mí? Todo es para ella mortificación y pesar; hasta el tomar alimento la molesta. Sólo esperamos un milagro; este consuelo siempre lo tienen los que como yo creen en Dios.
Cuando hubo terminado el relato de lo visto y oído por ella en la noche anterior, siguió diciendo: ¿Por qué esa señorona y Manos Duras hablaron de mi antigua patroncita?... ¿Qué tiene que ver con ellos mi paloma inocente?... Como yo soy una zonza, que no puede entender muchas cosas, me he dicho: «Voy á ver á don Robledo, el ingeniero, que lo sabe todo.
Palabra del Dia
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