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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Así, mi primo Procopio, con una malicia harto inesperada en un espiritualista, contóle hace tiempo en secreto, guiñando los ojos ¡que yo poseía muchos papeles! ¡muchas pólizas! ¡muchas inscripciones!... Pues en la primera mañana que volví a la casa de huéspedes después de esta revelación, Pinho, ligeramente colorado, casi conmovido, me ofreció una cajita de dulce envuelta en una servilleta, ¡acto conmovedor que explica aquella alma!
Había bastado que Miguel sorprendiese su llanto reciente, para que nuevas lágrimas afluyeran á sus ojos, reanudando la pasada angustia. Se entregó á su dolor con una delectación cruel, juzgándolo preferible al torturante fingimiento que le había impuesto esta visita inesperada. Quedó silencioso el príncipe unos instantes.
Fue para mí tan inesperada esta exclamación de Amparo, que me estremecí, y brotaron a mis ojos, sin duda, todos mis enamorados deseos, porque las mejillas de Amparo se coloraron, y pasó por sus labios una indicación de sonrisa inefable.
Se dieron algunos ansiosos chupetones, y uno de los zagalones con inclinaciones más señaladas a la retórica dejó al cabo escapar esta declaración inesperada: Me paece a mí, me paece a mí que si el tiempo no tuerce el hocico, en cosa de ocho días levantarán los trigos un par de palmos más... Es un decir, mayormente.
Apagué la linterna de mis cavilaciones y, ¡oh sorpresa!, con el último rayo de su luz vi pasar rápidamente por los términos ofuscados de la imaginación, una nueva e inesperada imagen que parecía llevar en sí la virtud de resolver todas las dificultades del conflicto. Pero... Y acabé por hacerme cruces y echarme a reír. Riéndome estaba aún cuando entró Neluco.
No me atrevo a preguntaros ese motivo porque no os gusta que se os interrogue. Pero, ¡me dais pena, Marta! Lo conozco bien en vuestra fisonomía; tenéis pena y tenéis miedo. Podéis quedaros a mi lado, sin embargo; mi madre nos ha perdonado a las dos, según decís. Esta felicidad inesperada, debiera alegraros; sin embargo, estáis pálida, y vuestra mirada está obscurecida por pensamientos inquietos.
Entonces, usando de todos los miramientos, vacilaciones y rodeos, tímidos unas veces, enérgicos otras, propios del hombre encargado de dar una noticia inesperada y triste que ha de herir el corazón, me dijo, recibiéndome en sus brazos: «¡Ya no tienes madre!» Me pareció que el suelo se hundía bajo mis pies, que mi existencia vacilaba por encontrarse sin base; mi alma elevose rápidamente al cielo como queriendo buscar la de aquélla que fue vida de mi vida aquí en la tierra. ¡Jamás hubiera creído que pudiese vivir sin ella un solo día!
Algo bueno iba a surgir de su inesperada amistad con el personaje... Y el recuerdo del marqués le acompañó como una promesa de fortuna en los días de Carnaval. Al llegar Maltrana a Bellasvistas, creyó ver la reproducción animada de un cuadro de Goya.
Algunas veces, especialmente por la noche, mostraba una inesperada magnanimidad, dejando que Julio saliese solo. Se acordaba de su juventud triunfadora en amores, que tantos éxitos había conseguido antes de la guerra. ¡Qué no obtendría ahora con su prestigio de soldado valeroso!... Paseando por su dormitorio antes de acostarse, se imaginaba al héroe en la amable compañía de una gran dama.
Las mujeres dormitaban en los rincones, o formando corrillos oían cuentos de brujas y milagros de santos con un silencio religioso. ¡El amo! dijo el aperador al entrar. ¡Arriba! ¡Arriba! ¿Quién quiere vino? gritó alegremente el señorito. Todos se pusieron de pie, sonriendo a la inesperada aparición.
Palabra del Dia
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