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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Quedóse Jacobo estupefacto al oír tales noticias, y cogiendo a Diógenes por un brazo, exclamó muy inmutado, como si aquella inesperada catástrofe política tuviera para él gran importancia: ¿Pero qué estás diciendo?... ¡Eso es imposible! ¡Polaina!... Ven acá y te lo dirá quien lo sabe.

Ya ves á lo que me allano. Ya ves á lo que me comprometo. Vas á sorprender desagradablemente á Doña Blanca con tu inesperada visita. Vuestra conversación va á tener algo de un duelo á muerte; mas prefiero intervenir en él, ser cómplice en el delito de vuestro espantoso diálogo, á que sucedan cosas peores. Por las ánimas benditas, Comendador, aguarda hasta pasado mañana. Vendrás conmigo.

Aconséjanle las hadas protectoras que se encamine á la ciudad de Creta, porque en ella recibirá una dicha sorprendente é inesperada. Las obedece, y gana pronto con su afabilidad las simpatías de una dama distinguida que la prohija. En la última escena, Eismena, en la flor de sus años, hereda, por muerte de su madre adoptiva, una fortuna considerable, y es solicitada por muchos pretendientes.

El infeliz joven, poco avezado a los azares del juego, e incapaz de ocultar las terribles impresiones de la ruina, sintió ganas de llorar en plena Bolsa, ante los corredores y los «alcistas», que sonreían con un gozo feroz viendo la agonía de sus contrincantes. Pero Juanito era de los que en la desgracia aguardan siempre una inesperada salvación.

Pero los más reconocían que la justicia se encontraba en presencia de uno de aquellos casos dudosos de cuya solución hay que desesperar hasta que alguna circunstancia inesperada viene a aclararlos, y que con mayor frecuencia permanecen irresolutos para siempre. La noticia de que por fin se había encontrado a Ana, llevó la curiosa expectación al grado de la fiebre.

Tal fue el poderoso influjo que obró en la imaginacion de la nueva reina la inesperada muerte de su esposo, que muchos dias estaba fuera de , y encerrada en el aposento que á ella le parecia mas lóbrego y triste. Durante este enagenamiento, se habian hecho los funerales, y por consiguiente el cadáver del monarca sepultado en la cartuja de Miraflores.

Aquella aparición en el campo de batalla, en medio del zumbido de los cañones y del choque de las armas; la inesperada presencia ante de aquella cara celestial, fielmente reproducida por un buen artista; la sonrisa iluminada que creí observar sobre la placa, cuando fijé en ella mis ojos; aquella repentina visita, pues no era otra cosa, de mi fiel amiga, cuando yo hacía tan vivos esfuerzos para ser digno de ella, me regocijaron de un modo inexplicable.

Habrá que cambiar para ello el ser de todos los ciudadanos y el de la República; pero, si el mal proviene de las circunstancias, las circunstancias pueden cambiar porque Dios ó el destino quiere que cambien, y la transformación entonces será rápida é inesperada.

Algunos marineros de las Canarias la ven de muy cerca en sus navegaciones; los hay que llegan a amarrar sus bateles en los árboles de la orilla, entre restos de buques cubiertos de arena; pero siempre surge una tempestad inesperada, un temblor de tierra, y el mar los arroja lejos. Y pasan siglos y siglos sin que nadie ponga el pie en sus playas.

Nada. ¡Nada! pues si no hay nada que temer, ¿por qué continúa preso? eres valiente, Clara. Domínate, prepárate... ¿Para qué? Tanto valor se necesita para soportar la desgracia, como para resistir la noticia inesperada de una dicha. ¡Ah! ¡señora! tendré valor, le tengo. Pues bien: toma, Clara mía, toma, y ve misma á sacarle de su prisión. Y la reina dió á doña Clara el auto de libertad.

Palabra del Dia

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