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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Pero ¿cómo se llamaría aquel amigo al que hablaba de tú?... Se rascó la cabeza, frunciendo las cejas con expresión reflexiva; pero su indecisión fue corta. Oye, tú: ¿cómo es tu grasia? Perdona... ya ves, ¡con tanta gente!... El joven ahogó bajo una sonrisa de aprobación su desencanto al verse olvidado del maestro y dio su nombre.
Así como el mayordomo lo había predicho, no se habían pasado diez minutos cuando la niebla comenzó á enrarecerse, convirtiéndose en una gasa sutil que dejó percibir en vagorosa indecisión las peñas y los arbustos. Sintieron en el rostro calor, como si se aproximasen á un horno, y observaron que el leve vapor que aún los envolvía se agitaba.
MARCIO. ¡Señores sabinos! La historia no podrá reprocharnos ni la lentitud ni la indecisión.
Permanecieron en un estado de dolorosa indecisión, fluctuando entre la espera prudente ó la loca aventura de atacar á unos enemigos cuyo número exacto ignoraban. No tardó Watson en saber dónde se habían ocultado los otros dos camaradas del gaucho. Sonaron lejanos los furiosos ladridos de varios perros.
Al pasar el gaucho junto á él, se llevó una mano al sombrero para saludarle, espoleando luego su cabalgadura. Don Carlos, después de breve indecisión, salió también al galope, hasta que puso su caballo delante del de Manos Duras, cortándole el paso y obligándole á detenerse. ¿Con licencia de quién atravesás vos mi campo? preguntó con voz temblona y aflautada por la cólera.
Seguramente que a aquellas horas estaba amparando a Juan con su divino poder. Pero de pronto la indecisión y el miedo abríanse paso al través de sus creencias, rasgándolas. La Virgen era una mujer, ¡y las mujeres pueden tan poco!... Su destino es sufrir y llorar, como ella lloraba por su marido, como la otra había llorado por su hijo.
Muñoz, saludando, se retiró también. Laura había enmudecido, dándose cuenta de que los dos eran ya, efectivamente, marido y mujer. A través de los cristales entraba todavía el resplandor de la luz azul, pero ya muy velado por la indecisión que ponían las tinieblas. Julio estaba otra vez a la cabecera de la cama, y tenía una mano de la enferma entre las suyas.
Feli, para apreciar en todos sus detalles la hermosura de este mueble, que la llenaba de orgullo, colocó el colchón, las mantas y las almohadas sin funda. Sábanas ya las compraría al día siguiente, pues había sentido repugnancia por las que le ofrecían en el Rastro. Quedó largo rato contemplando la cama con cierta indecisión. ¿Estará bien así, Isidro? ¿Qué dices tú?...
Allí debía de estar. Era forzoso recogerla. Pero, ¡y el tren que iba a salir! Ya roncaban las chimeneas, bufando como erizados gatos, y dos o tres silbos agudos preludiaban la marcha. Miranda tuvo un segundo de indecisión. Lucía dijo en voz alta. Y contestole sólo el respirar igual y fuerte de la niña, indicando un sueño tenaz y hondo.
El cura se paró igualmente; pero con ánimo tan sereno, que al mirar al que le amenazaba, su rostro sólo expresaba la más completa calma, y la más pura dignidad. Un rato se estuvieron viendo fijamente ambos, inmóviles y en silencio; lentamente se inclinó hacia tierra la dirección de la escopeta del guarda, que en seguida bajó sus ojos, y después de un momento de indecisión, dijo en honda voz,
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