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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Fuése el ministro, y es de creer que se fué satisfecho por haber dicho cosas que sólo en aquellos momentos de irritación y sobresalto se hubiera atrevido á decir al Soberano. Feliú era hombre tímido, y es la verdad que á su indecisión se debieron muchos de los lamentables sucesos ocurridos en aquel trastornado período.
Su Alteza dice que hay olivos aquí que fueron conocidos por los romanos. ¿Lo cree usted, profesor? ¿Algún árbol de éstos será del tiempo de Jesucristo?... Ante la indecisión de Novoa, continuó sus explicaciones. Caminaban, entre muros de vegetación recortada, hacia el final del parque. Mire usted: el jardín griego.
En tan congojoso estado de indecisión se hallaba el americano cuando sucedió lo que hemos visto en el capítulo anterior: el encuentro con los amartelados jóvenes y la conversación con Andrés, a quien quiso sonsacar. Aquella noche le picaron los celos crudelísimamente y el demonio de la voluptuosidad le presentó a su sobrina más hermosa y apetecible que nunca.
Se alejaron con marcada indecisión, volviendo repetidas veces el rostro para examinarle una vez más. A los pocos minutos regresó uno de ellos, el más viejo, aproximándose con timidez á la mesa. ¿Es usted, y perdone, el capitán Ferragut?... Hizo esta pregunta en valenciano, al mismo tiempo que se llevaba la diestra á su gorra para quitársela. Ulises detuvo el saludo y le ofreció una silla.
En el momento de partir el tren Clara se abrazó a ella. ¡Que Dios te proteja! Hasta pasado mañana. ¡Hasta nunca, quizá! murmuró Elena sepultándose en su berlina. Se detuvo en Zumárraga toda la mañana, pues el tren no partía para Anzuola hasta las tres de la tarde. Pasó aquellas horas en el abatimiento y la indecisión.
Julio no era el mismo que reapareciera tantas veces en su memoria; su recuerda había sin duda trabajado los rasgos de aquella cara, sus gestos, sus actitudes mismas, prestándoles una indecisión que no tenían, ahora, aquella frente tan recta desde la raíz de los cabellos hasta el arco de las cejas, y aquellos ojos que solían quedarse mirándola, durante un rato largo, con naturalidad.
Bajo el imperio de este sentimiento, saturado de prudente indecisión, el joven concurría cada vez más irregularmente al hotel de la calle Vaugirard. María Teresa parecía cambiada también; no estaba ya alegre; su tristeza, justificada por la enfermedad persistente del señor Aubry, corroboraba las reflexiones desesperantes de Huberto.
Estos consejos no tenían término, y si se tomara acta de ellos, ofrecerían un curioso registro enciclopédico de esta pasión mujeril que hace en el mundo más estragos que las revoluciones. Las dos hablaban en voz baja para que no se enterase Bringas, y era su cuchicheo rápido, ahogado, vehemente, a veces indicando indecisión y sobresalto, a veces el entusiasmo de una idea feliz.
Palabra del Dia
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