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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Esas son cosas de todos los tiempos concluyó diciendo don Ciriaco filosóficamente , que han pasado, que pasan y que pasarán. Te he contado la historia de Hortensia para que sepas qué clase de mujer es, y para que no digas sin querer delante de ella alguna inconveniencia. Comentamos los hechos y después hicimos honor a la cena, que fué exquisita.
Y Quilito, razonable como pocas veces, decía que, efectivamente, era una injusticia irritante, más, una inconveniencia ridícula, pero que Jacinto no abusaría de su posición, pues era muy buen muchacho; además, estaba seguro que no aportaría por el Ministerio nunca, y esta sería la mejor solución.
Pero no; no dormía; veía la hora que marcaba su reloj, leía los nombres de las calles, a la claridad de las luces del gas, y reconocía las muestras de los establecimientos. ¿Qué había dicho? ¿Qué había hecho? ¿Qué conveniencias había violado? ¿Qué inconveniencia o qué majadería suya podía haber dado lugar a que le tratasen de aquel modo?
Entre muchas necedades, has llamado por su nombre de pila al señor de Couprat, así que le viste; yo estaba cerca de ti, y he visto que al caballero, que en ese momento te daba el brazo, le pareció muy chocante. ¡Oh, eso sí! ¡lo creo capaz de todo; parecía un ganso! Yo no soy un ganso, Reina, y te digo que es una inconveniencia. Pero, tío, es nuestro primo, lo vemos todos los días.
La digna esposa de Infanzón también estaba cansada, aburrida, despeada, pero no aturdida. Hacía más de una hora que no oía palabra de cuanto hablaba aquel charlatán, sin vergüenza, libertino. «¡Oh, si no fuera porque su marido todo lo consideraba inconveniencia y falta de educación! ¡Si no fuera porque estaban en la casa de Dios!... Estaba escandalizada, furiosa. ¡Bonito papel iban representando ella y el bobalicón de su marido! Le había hecho señas, pero inútilmente.
Me dolió un poco la alusión hecha a la inconveniencia mía, y sobre todo el averiguar que usted la había notado; y entre quedar con el sambenito encima, y el riesgo de que volviera usted a reírse de mí declarándole la verdad, opté por esto, que resulta menos desairado que lo otro... a mi manera de ver.
Quedaba el consentimiento del padre, y la madre apremiaba este detalle. La situación de ella, sobrado equívoca en Concordia, exigía una sanción social que debía comenzar, desde luego, por la del futuro suegro de su hija. Y sobre todo, la sostenía el deseo de humillar, de forzar a la moral burguesa, a doblar las rodillas ante la misma inconveniencia que despreció.
Pero se detuvo al oír la voz cascada y chillona que sonó en la antesala. ¡Es el ama...! ¡el ama! gritó Amparito con ingenua alegría. Pero inmediatamente se contuvo, ruborizada, como si hubiese cometido una terrible inconveniencia. Precedida de Nelet, entró en el comedor, balanceándose y atronándolo todo con sus chillones «¡buenos días!», una labradora gruesa y hombruna.
Por otra parte, en el estudio desapasionado de esa civilización que algunos nos ofrecen como único y absoluto modelo, hay razones no menos poderosas que las que se fundan en la indignidad y la inconveniencia de una renuncia a todo propósito de originalidad, para templar los entusiasmos de los que nos exigen su consagración idolátrica.
Cuando Lorenzo se encontró con la mirada de la Pampita; cuando vio aquellos dos ojos inteligentes, apacibles, escudriñadores y profundos como jamás habría creído encontrar; cuando vio que ella le miraba, creyó que había cometido una inconveniencia, una falta, una descortesía obligándola a mover aquellos ojos y a desplegar aquellos labios... Me ha parecido oír el apodo del cebador de mate.
Palabra del Dia
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