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Actualizado: 23 de noviembre de 2025


Sólo turbaban el recogimiento de los devotos el llanto de los niños cansados y las toses de los viejos asmáticos: nadie, por fortuna, se fijaba en el mirar incesante de las mujeres a los hombres, ni en la postura irreligiosa de un mozuelo que, apoyado en un confesionario, devoraba con los ojos a la novia.

Aunque antipáticos a los dos bandos, los indianos eran los únicos que se salvaban en aquel tiroteo incesante de los periódicos. Se contentaban con murmurar de ellos, llamarlos asnos cargados de plata; pero no se atrevían a aludirlos públicamente. No había razón para ello.

Es incalculable, sin ocurrir á una laboriosa estadística, el número de botes y faluchos de todas clases que pueblan y surcan en un incesante hormigueo las ondas del Támesis.

Y como su memoria no era bastante fuerte, y por otra parte el miedo se la obstruía, aquello era un incesante machaqueo. Aún peor si se las tomaba su madrina. Concha era fríamente cruel; no levantaba la mano sino cuando cometía la falta, como una máquina de castigar.

Giraban los ventiladores, y sobre las negras filas de pechos femeninos mariposeaban los abanicos con incesante aleteo. Maltrana fijó su mirada entre las dos columnas de la plataforma, allí donde ordinariamente había una especie de mostrador encristalado lleno de tarjetas postales y «recuerdos de viaje» que vendía el mozo del salón encargado de la biblioteca.

Que la hablaran entonces, que la preguntaran por algo que estuviera cerca de ella; que entrara o que saliera alguien: una mirada rápida hacia el objeto o hacia la persona, y vuelta a clavarla en el incesante moverse de las agujas, y lo menos posible de palabras para responder.

Sobrecielos de tela de oro y brocatel, que hacinaban polvo y telaraña en sus pliegues antiguos, ornaban los lechos hereditarios roídos por la carcoma. Las ventanas se abrían rara vez; pero ricos pebeteros de plata disimulaban el hedor hongoso y ratonil con su incesante sahumerio.

Si la criatura conociese intuitivamente á Dios, su acto de voluntad seria necesariamente moral, porque seria necesariamente un acto de amor de Dios. La rectitud de la voluntad criada seria entonces un incesante reflejo de la santidad infinita, ó del amor que Dios se tiene á propio.

Pero Lituca, de rodillas y rezando, como su madre, volvía rápida a clavar la vista en el crucifijo, como el sediento caminante los labios en el caño de una fuente, y así refrigeraba y fortalecía su espíritu en cada desfallecimiento que le causaba aquel incesante batallar de la muerte para acabar con una vida que también había sido risueña y juvenil como la suya.

Cuando era pequeño y madó Antonia le acompañaba en sus paseos por la costa de Sóller, se habían entretenido muchas veces dando cuerpo y nombre, con un esfuerzo de imaginación, a las nubes que se juntaban o se esparcían en una incesante variedad de formas, viendo en ellas tan pronto un monstruo negruzco de inflamadas fauces como una virgen entre celestes resplandores.

Palabra del Dia

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