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Actualizado: 2 de mayo de 2025
El naturalista, sin temor á equivocarse, declara que la piedra que conserva esa impulsión pertenece á tal ó á cual serie de rocas y debe ser clasificada en tal ó cual época de la historia del planeta.
La carditis aguda con todos los desórdenes orgánicos del corazón y los terribles accesos de sofocacion y ansiedad que produce, puede ceder con arsénico que parece fortifica la accion propia del corazon contra el aflujo é impulsion de la sangre, y que regulariza la contraccion de sus fibras.
Godfrey se estremeció. Sintió que su corazón palpitaba con violencia al ver que su padre casi había adivinado. Esta alarma repentina le impulsó a hacer un paso más, una impulsión muy ligera basta para eso cuando se está en un plano inclinado.
Afortunadamente, estas crecidas repentinas, que debiéramos llamar avalanchas de agua, cambian de aspecto en la base de las montañas. En los llanos donde la inclinación del suelo es relativamente débil, y á veces imperceptible, la masa líquida del arroyo pierde su fuerza de impulsión y cesa de empujar las materias arrancadas de las laderas.
Aquel mismo embrión de conciencia que en el fondo de su ser, donde todos tenemos escrita desde ab initio gran parte del Decálogo, le gritaba: «no hurtarás», le dijo con no menor energía: «tienes derecho a reclamar lo que te ofrecieron». Y, obedeciendo a la impulsión, la criatura echó a correr en la misma dirección que su abuelo.
Para eso se ha necesitado casi siempre una obsesión pasional y la impulsión que naturalmente se produce en virtud de ella; comunicar a las multitudes el fuego que a nosotros abrasa y hacerles realizar lo que ellas no pensaron que debieran realizar; aun muchas veces contra la voluntad general, adivinando cuál es el estado de la subconciencia, el deseo íntimo y verdadero de una agrupación de hombres, para llevarlos a que ejecuten lo que quisieran ejecutar, pero lo que no se atreven siquiera a pensar en ejecutar.
Tardó bastante el capellán en dormirse. Recapacitaba en sus terrores y concedía su ridiculez; prometíase vencer aquella pusilanimidad suya; pero duraba aún el desasosiego: la impulsión estaba comunicada y almacenada en sinuosidades cerebrales muy hondas. Apenas le otorgó sus favores el sueño, vino con él una legión de pesadillas a cual más negra y opresora. Empezó a soñar con los Pazos, con el gran caserón; mas, por extraña anomalía propia del estado, cuyo fundamento son siempre nociones de lo real, pero barajadas, desquiciadas y revueltas merced al anárquico influjo de la imaginación, no veía la huronera tal cual la había visto siempre, con su vasta mole cuadrilonga, sus espaciosos salones, su ancho portalón inofensivo, su aspecto amazacotado, conventual, de construcción del siglo XVIII; sino que, sin dejar de ser la misma, había mudado de forma; el huerto con bojes y estanque era ahora ancho y profundo foso; las macizas murallas se poblaban de saeteras, se coronaban de almenas; el portalón se volvía puente levadizo, con cadenas rechinantes; en suma: era un castillote feudal hecho y derecho, sin que le faltase ni el romántico aditamento del pendón de los Moscosos flotando en la torre del homenaje; indudablemente, Julián había visto alguna pintura o leído alguna medrosa descripción de esos espantajos del pasado que nuestro siglo restaura con tanto cariño. Lo único que en el castillo recordaba los Pazos actuales era el majestuoso escudo de armas; pero aun en este mismo existía diferencia notable, pues Julián distinguía claramente que se habían animado los emblemas de piedra, y el pino era un árbol verde en cuya copa gemía el viento, y los dos lobos rapantes movían las cabezas exhalando aullidos lúgubres. Miraba Julián fascinado hacia lo alto de la torre, cuando vio en ella alarmante figurón: un caballero con visera calada, todo cubierto de hierro; y aunque ni un dedo de la mano se le descubría, con el don adivinatorio que se adquiere soñando, Julián percibía al través de la celada la cara de don Pedro. Furioso, amenazador, enarbolaba don Pedro un arma extraña, una bota de acero, que se disponía a dejar caer sobre la cabeza del capellán.
El acónito corresponde á la somnolencia debida á la congestion del cerebro y á una plétora sanguínea de este órgano, pero no á la somnolencia efecto de la anemia ó de un estado de asfixia; el insomnio reclama acónito cuando reconoce por causa un eretismo con orgasmo sanguíneo que puede dominar á la congestion cerebral ó precederla, y que una violenta impulsion del corazon y la escitacion febril bastan para esplicarla.
Doña Clara, mujer en la razón, niña en el alma, para ser una mujer completa, necesitaba pasar por una gradación necesaria, más ó menos rápida, más ó menos violenta, según fuese la fuerza de impulsión que presidiese á aquella gradación. En una palabra, doña Clara estaba enamorada de Juan Montiño, todo lo que podía y de la manera que debía estarlo.
Mas esa impulsion no deberá salir del gobierno para ser fecunda, porque la reglamentacion la neutralizaría. Es la libertad en todos sentidos, y muy especialmente en lo económico y político, la fuerza que puede vivificar y engrandecer á la sociedad española.
Palabra del Dia
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