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Actualizado: 11 de junio de 2025
Un San Cristóbal gigantesco, mal trazado y de peor color que dibujo, guardaba la puerta de entrada, en cuyo dintel dormitaba con la mayor vigilancia un familiar dispuesto a troncharse el espinazo cada vez que Su Ilustrísima pasaba por allí.
La conciencia más pura, Su Ilustrísima lo sabe mejor que yo, está sujeta a error. Cuando pensamos estar haciendo el bien hacemos el mal. El alma de Su Ilustrísima es noble y es santa, según dicen todos los que la conocen. Por algo Dios le ha elegido para apacentar su rebaño. Pero los ojos de Su Ilustrísima no llegan a todas partes como los de Dios. Su brazo se extiende en vano para bendecir.
La querella entre el marqués de Lara, intendente de Huamanga, y el señor López Sánchez, obispo de la diócesis, fué la piedra de escándalo de la época. Su ilustrísima, despojándose de la mansedumbre sacerdotal, dejó desbordar su bilis hasta el extremo de abofetear al escribano real que le notificaba una providencia.
Que tampoco habia incurrido en excomunion por lo que su ilustrisíma llamaba quebrantamiento y quema de las casas obispales y fraccion de la iglesia, porque esta no la habia habido ni se podia probar, y si en el palacio hubo alguna quema sería por culpa del señor obispo y de sus familiares, pues era notorio en la ciudad y sus comarcas que todo habia sucedido por autoridad de derecho y por justas y legítimas causas en defensa y amparo de la república.
Todo aquello de comer como los anacoretas yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura fábula, tradición olvidada. Al presente, y gracias a un cocinero lleno de buenas cualidades, en la mesa de Su Ilustrísima hubiera podido darse por alegre y satisfecho el más descontentadizo; en todo lo que a la culinaria se refiere, era el obispo ardiente partidario del progreso.
Mirad esta orden de su señoría ilustrísima el inquisidor general. ¡Ah! ¡el inquisidor general! Sí, por cierto. ¡Y no hay remedio! No, señor. ¿Y si yo os diera diez doblones? No puedo. ¿Y si os diera veinte? Ya veis que yo los tomaría de buena gana, y que si no los tomo es porque no puedo. Decid que no me habéis encontrado. Eso sería muy bueno para que no me estuvieran viendo hablar con vos.
Volvió a mirarla el secretario con mayor curiosidad aún, y después de un instante de vacilación, apareciendo en su rostro un esbozo de sonrisa, respondió: Usted comprenderá que la hora no es oportuna... Su Ilustrísima se va a retirar en seguida a descansar... Es urgente y de mucha importancia lo que tengo que comunicarle... dijo precipitadamente.
-No quiera Dios -respondió don Quijote- que yo desenvaine mi espada contra vuestra ilustrísima persona, de quien tantas mercedes he recebido; los tocadores volveré, porque dice Sancho que los tiene; las ligas es imposible, porque ni yo las he recebido ni él tampoco; y si esta vuestra doncella quisiere mirar sus escondrijos, a buen seguro que las halle.
Respondia y decia el obispo: Que por lo tocante á la incompetencia para conocer en la causa del Sr. de Aguilar, fundada en la parcialidad de su ilustrísima por el conde de Cabra y sus hijos, lo único cierto era, «que entrando en Córdoba el rey D. Enrique, D. Alfon de Velasco y D. Juan de Guzman, Luis de Paniagua y otros muchos caballeros, el dicho D. Alfon dió la fé á su ilustrísima y su ilustrísima al D. Alfon, que querian ser neutrales no favoreciendo á ninguna de las partes, y que uno á otro se guardarian la honra, y que despues de un año en presencia de Diego Gimenez de Góngora Prior y de Pedro de Foces, canónigos de esta santa iglesia, por parte del señor obispo, el dean de ella y otros por la parte del citado D. Alonso, y dentro de las casas de este se confirmaron las paces que tenian tratadas y en caso necesario las aprobaron con ciertas formalidades.
Su ilustrísima, á quien hice presente los fructuosos trabajos que está usted ejecutando en pro de la santa causa, se ha dignado recibirlos con benevolencia, y me encarga le trasmita su bendición para que persista en ellos con el mismo celo y entusiasmo.
Palabra del Dia
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