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Actualizado: 11 de junio de 2025
Durante la comida, la duquesa le soltó varias frescas y uno que otro sabroso ajo. Después de la comida, Su Ilustrísima se fué, en apariencia emberrenchinado, y quedé cara a cara con la duquesa, la cual, muy seria, me dijo: «Mi hermano, en su testamento, ha dejado unos cuartejos, poca cosa, para que con ellos, según mi arbitrio, vea yo de hacerte hombre.
Fué preciso que Su Ilustrísima se lo suplicara con mucho empeño. «He hecho una obra buena, decía; ¿qué mejor aplicación he podido dar á esa parte del caudal que el Señor me ha confiado?...» Le digo á usted que era todo un bendito de Dios el señor Intendente. Reíme de veras con el sucedido de los comediantes.
Retiróse mohino el padre, fuése donde Ribera, ajustó con él cuentas, y halló que el chamalote y el paño importaban un dineral, pues el mayordomo había pagado sin regatear. Al otro día, y después de echar cuentas y cuentas para convencerse de que en el traje habrían podido economizarse dos o tres duros, volvió Godoy donde el arzobispo y le dijo: Vengo a pedir a su ilustrísima una gracia.
Representóme entónces quanto desdecia de mi nobleza el pertenecer á un israelita. Su Ilustrísima propuso á Don Isacar que le hiciera cesión de mí; y este, que es banquero de palacio y hombre de mucho poder, nunca tal quiso consentir. El inquisidor le amenazó con un auto de fe.
Palabra del Dia
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