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Actualizado: 25 de julio de 2025
El médico se había vuelto para ver lo que hacía Roberto. Este, abatido, al borde de la cama vacía, y con la cabeza hundida en sus manos, permanecía inmóvil. Sólo su respiración oprimida, que se escapaba de su pecho en soplos cortos e irregulares, revelaba la tempestad que se agitaba en su interior. Vuelve en ti, chico dijo el doctor posando la mano en el hombro de Roberto.
La idea de ver á su amante padeciendo los rigores de la miseria ó quizá hundida en un lupanar le conmovió. «¡Pobre chica! se dijo enternecido. Es una niña caprichosa. Ni sabe lo que hace ni lo que quiere, ni calcula lo que le puede suceder.» Y dilatándose su espíritu con estas imaginaciones tiernas y sosegada la cólera, al cabo de un rato se quedó traspuesto. Cuando despertó eran las nueve.
El otro perdíase bajo un oleaje de arrugas concéntricas que parecían afluir a la cuenca negruzca y hundida. El señor Juan no contestó. Con nervioso impulso corrió a la cocina, llamando a la señora Angustias. Pero mamita, ¿quién es esa mujer, esa tuerta roía que está lavando er patio? ¡Quién ha de sé, hijo!... Una probe.
Y aquella anciana, que un momento antes parecía tan débil, se arrojó sobre una enorme piedra y la levantó con ambas manos; luego, adelantándose con paso firme sueltos los largos cabellos grises, la nariz aguileña hundida en sus contraídos labios, las mejillas tersas y el cuerpo doblado , llegó hasta el borde del abismo y lanzó la piedra al vacío, en que describió una curva inmensa.
Al pie de la montaña que vomita lava, el terror le ha prosternado con la cara hundida en el polvo: en los campos sedientos, el deseo es quien le ha hecho mirar suplicante á la nieve, madre de los arroyos: el agradecimiento le ha dado adoradores en aquellos que encontraron seguro refugio en el valle ó en el escarpado promontorio: finalmente, la admiración ha debido de dominar á los hombres á medida que se desarrollaba en ellos el sentimiento de lo bello y hasta cuando estaba adormecido, en estado de instinto.
Una mujer surgió de la hundida mullidez de este lecho, saltando hacia Ferragut con los brazos extendidos Su impulso fué tan violento que la hizo chocar contra el pecho del capitán. Antes de que el abrazo femenino se cerrase sobre él, vió una boca suspirante, de dientes ávidos; unos ojos lacrimosos por la emoción; una sonrisa que era un rictus, mezcla de amor y de inquietud dolorosa.
El capellán quería dejar bien puesto el pabellón de la Iglesia y pasar agradablemente las noches que se hacían eternas en Loreto, aun en primavera. Ana, sentada lejos, casi hundida y perdida en una butaca grande de gutapercha, de grandes orejas, donde había ella soñado mucho despierta, soñaba también ahora con los ojos muy abiertos, inmóviles.
Juan se siente completamente desarmado frente a la joven y lo único que puede hacer es sonreír con expresión cohibida, diciendo: ¿Yo... incomodado? ¿Por qué? ¡Me parecía! Y alzando el dedo con ademán de amenaza, la joven agrega: ¡Oh! ¡Tendría que ver!... Después, con la barbilla hundida en el cuello, deja oír una leve risa. Es usted muy graciosa dice el militar un poco más sereno.
¡Oh España, de sin par ejecutoria, que a tu cabeza unciste el Universo: del sol de tu poder radiante y terso hoy sólo queda pálida memoria! Más, ya hundida la torre de tu historia bajo las olas de un olvido adverso, aún repica sonora como el verso la campana gloriosa de tal gloria. En el templo ideal del alma humana es tu lenguaje esa inmortal campana; y es de su voz el eco soberano
La cama se hundió; rodamos por el suelo; y rodando llegamos al monte de maíz. Entonces salió la luna; entraron sus rayos por la ventana que yo dejara abierta, y vi a mi robusta aldeana, en pie, hundida una pierna entre los granos de oro y la rodilla de la otra clavada sobre mi pecho.
Palabra del Dia
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