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Hundida en su asiento, la niña de Luzmela posaba una mirada átona y errante sobre la tristeza helada del salón enorme, y oyó vagamente alzarse en el silencio sepulcral de la casa un tarareo gangoso seguido de una escala vocal rota y aceda. Carmen pensó: doña Rebeca canta y corre y se ríe.... ¡Lo mismo que el padrino!... Y cerró los ojos, cansados de mirar realidades y visiones de tragedia....

Parecía que era sustancia humana pero de una humanidad ruda, primitiva, inferior, hundida hasta el cuello en la ignorancia y en la materia la que nutría y hacía brotar con tan enérgica pujanza y savia tan copiosa aquella flora lúgubre por su misma lozanía.

Rato hacía que Roger contemplaba con interés y no sin alguna alarma el rostro de la noble esposa de Duguesclín, que hundida en su sillón parecía últimamente ajena á cuanto en torno suyo se decía, brillantes los ojos, fija la mirada y empalidecidas las mejillas. Notó Roger que Duguesclín observaba también á su esposa, inquieto y trémulo. ¿Qué tenéis, esposa mía? le preguntó.

El toro bajó la cabeza y sus cuernos engancharon el cuerpo inerte, elevándolo un instante del suelo y dejándolo caer, para proseguir su carrera, llevando en el cuello la empuñadura de la espada, hundida hasta la cruz. Gallardo se levantó torpemente, y la plaza entera estalló en un aplauso ensordecedor, ansiosa de reparar su injusticia. ¡Olé los hombres! ¡Bien por el niño de Sevilla!

La forma de la cabeza, la sonrisa, el perfil sobre todo, la nariz corva, la boca hundida, los ojos picarescos, eran trasunto fiel de aquella hermosura un tanto burlona, que con la acentuación de las líneas en la vejez se aproximaba algo a la imagen de Polichinela. La edad iba dando al perfil de Estupiñá un cierto parentesco con el de las cotorras.

Las señoras lo hicieron con una compostura y un recogimiento que edificaba: las ebúrneas manos, donde los diamantes y esmeraldas lanzaban destellos, cruzadas humildemente; la hermosa cabeza hundida en el pecho. Estaban irresistibles. Aunque no fuese más que por galantería, el Supremo Hacedor estaba obligado a concederles lo que pedían.

Imagine cada cual lo que se le antoje: ponga en la hundida Atlántida, en las regiones hiperbóreas, más allá de las Montañas Rifeas, y hasta en la Lemuria, si le parece bien, un foco primitivo de civilización; lo cierto, lo demostrado es que la civilización más antigua es la de Egipto. Hace cerca de seis mil años que el Egipto está civilizado.

Sabía que en lo sucesivo no tenía por qué temer el encontrarme con él. Marta dormía todavía. Cuando miré a la habitación por la abertura de la puerta, la vi hundida en las almohadas, con la cabeza echada hacia atrás, y una respiración corta y oprimida. Tranquilizada, me alejé para entrar inmediatamente en mis funciones de ama de casa.

El cuarto está a media luz, una luz como la de las estrellas, que viene de la lámpara de velar, con su bombillo de color de ópalo. Pero se ve, hundida en la almohada, la cabecita rubia. Por la ventana entra la brisa, y parece que juegan, las mariposas que no se ven, con el cabello dorado. Le da en el cabello la luz.

Los españoles orgullosos con las victorias alcanzadas en todo el siglo XVI no advirtieron los males que comenzaban á fatigar estos reinos, ni quién era el único causador. Ya en el XVII habian arreciado de tal manera que fué preciso buscar el remedio, si no se queria ver hundida para siempre en la mayor miseria la península hispánica. Pero ya todo era en vano.