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Actualizado: 13 de julio de 2025


Ya que se trata de contribuir y de distribuir, y ya que la contribución es forzosa, bueno es apoderarse de ella para hacer la distribución luego, máxime si se considera que, según canta el refrán, quien parte y reparte se lleva la mejor parte. »Pero cuando se hunde bien la mirada en el centro de este negocio, concretándonos a un distrito electoral, créame usted, Sr.

Esta casa es ordinariamente muy silenciosa; pero cuando hay ruido, parece que se hunde el mundo. ¡Figúrese usted qué nos importará a nosotros que cumpla no cuántos años ese señor Emperador, a quien parta un rayo! ¡Valiente jaqueca nos dio anoche!... Pase usted. Hoy le encontrará un poco aturdido a consecuencia de la mala noche». Don Evaristo se hallaba ya en lastimoso estado.

En la crónica suelen mencionar todos estos detalles. La requiere por última vez, le exige una contestación definitiva; luego, rápidamente, le dispara un balazo a boca de jarro, o desnuda un cuchillo y se lo hunde ferozmente en el corazón.

La obra portentosa se hunde muy pronto en el olvido, mientras la obra bien definida, clara y armónica, como la Odisea, las Siracusanas de Teócrito, el Hermann y Dorotea de Goethe, sigue por los siglos de los siglos fresca como una rosa, reflejando la inmortal belleza del universo. Tampoco juzgo que esta armonía necesaria en la composición de la novela sea equivalente de la simplicidad.

Con un brazo quiere incorporar a la muerta, y aquellas manos frías, cruzadas sobre el pecho, se desenredan torpes y caen flojas a lo largo del cuerpo, en tanto que la cabeza ya rueda sobre los hombros, ya se hunde en el pecho. Yo le ayudaré, Doña Monchiña. Apártese. DO

Los agentes externos consiguen tener en suspenso por algún tiempo sus funciones biológicas, pero al cabo el grano logra germinar, hunde sus raíces en la tierra y alza al aire su tallo. ¿Por qué? Porque viene provisto de armas para la lucha por la existencia... Tal es la historia de mi vida.

Una prueba de su acierto en imitar la antigua grandeza, se encuentra en la escena del templo de Júpiter, que hace de introducción, en donde Dido, rodeada de los próceres de su reino, anuncia al embajador del rey de Numidia su resolución de dar su mano á Yarbas, que amenazaba destruir á Cartago, y en la descripción de la lucha de la reina entre su amor á Siqueo, y su patriotismo, y principalmente en el desenlace, cuando la desdichada hunde el puñal en su pecho, en medio de los preparativos nupciales, y en vez de esposa ofrece un cadáver á su real amante.

Al quedar solo el príncipe, se borran poco á poco de sus ojos el vaso que tiene delante, las mesas inmediatas, el gentío sentado en torno del «queso». Su visión se contrae y se hunde, para contemplar otras imágenes que guarda su memoria. Llegó en la mañana á Monte-Carlo. Sólo van transcurridas unas horas, ¡y ha visto tanto!...

Como por un vergel encantado que se representa en sueños, donde se hunde el pié de trecho en trecho, así discurre la imaginacion por la maravillosa y singular historia de estos tiempos. An-nasir, Al-hakem, Almanzor, poseen para los míseros mozárabes la magia de Circe: alucínanlos con el esplendor de su cultura, y cuando mas desprevenidos estan los aterran con sentencias de muerte.

Tal vez se explique esto de la manera que, yendo yo de viaje por un país selvático, acerté a explicar en qué consistía que cierto compañero mío, gran ingeniero, que se empeñó en guiarnos con su ciencia; no atinó nunca, y por poco no nos hunde y sepulta en charcos cenagosos o nos pierde en bosques sombríos, donde nos hubieran devorado los lobos.

Palabra del Dia

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