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Actualizado: 13 de junio de 2025


Quiero libertarme de esta mujer y no puedo. La aborrezco y casi la adoro. Su espíritu se infunde en al punto que la veo, y me posee, y me domina, y me humilla. Todas las noches salgo de su casa diciendo: esta será la última noche que vuelva aquí; y vuelvo a la noche siguiente.

»No resta mas que vigorizar el brazo del forjador donde mas tenaz es la resistencia: un esfuerzo mas, y la vida del Oriente trasmigra al magestuoso Guadalquivir; un acto más de , y la magestad de Bagdad se humilla ante la reina del Andalús, y el Godo casto y salvage que hoy proclama rey la enriscada Asturias , hunde entre sus pobres templos de cal y piedra tosca la férrea corona de puntas heredada de Pelayo.

10 Mas cuando fueres llamado, ve, y siéntate en el postrer lugar; porque cuando viniere el que te llamó, te diga: Amigo, ven arriba; entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se sientan a la mesa. 11 Porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.

Se acercó lentamente á la vieja, que retrocedió espantada, y plantándose delante de ella con los brazos en jarras dijo roncamente: ¿Sabe usted, señora, por qué no tengo honra? Pues porque ese hombre que está ahí me la ha quitado. Pero usted, en vez de aconsejarle que me la vuelva, se humilla y le baila el agua para meterle en casa.

-A la mano de Dios -dijo don Quijote-; pues así es que una señora se me humilla, no quiero yo perder la ocasión de levantalla y ponella en su heredado trono. La partida sea luego, porque me va poniendo espuelas al deseo y al camino lo que suele decirse que en la tardanza está el peligro.

"Pero lo conozco, iay! el hombre no puede alcanzar nada que sea perfecto. Al lado de las delicias que me acercan a los dioses, es preciso que sufra el companero frio, indiferente y altivo que me humilla a mis propios ojos y que con una sola palabra reduce a la nada todos los dones que me has hecho.

Tal consideración me avergüenza y humilla, en vez de llenarme de vanidad; y, aunque no sea de silfos, sino de hombres como yo, el público que ha de leerme, todavía le presento con grandísima desconfianza este escrito, que no he tenido reposo, ni humor, ni tiempo para hacer más breve.

Cuando el corsé me enoja no le llevo, y nada, absolutamente nada, se humilla falto de sostén y baja de su sitio: todo permanece firme como el mármol y el bronce. Perdona que entre en estas menudencias. Mi presunción tiene alguna disculpa por lo no comunes que son las cualidades de que me jacto.

PELAYO. Digo que puedes llegar. SANCHO. Ya, Pelayo, viendo estoy A quien toda el alma doy, Que no tengo más que dar: Aquel castellano sol, Aquel piadoso Trajano, Aquel Alcides cristiano Y aquel César español. PELAYO. Yo, que no entiendo de historias, De Kyries, son de marranos, Estó mirando en sus manos Más que tien rayas, vitorias. Llega y a sus pies te humilla; Besa aquella huerte mano.

, pero fundado en lo que has hecho arrastrada de esa vanidad necia, que en vano he querido arrancarte del alma. Entendámonos, Gonzalo. ¿Qué es lo que yo he hecho? profirió ella con voz irritada. El joven guardó silencio mirándola fijamente. Después de unos instantes dijo con lentitud: Demasiado lo sabes. El repetirlo, me humilla. Hubo otro rato de silencio.

Palabra del Dia

rigoleto

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