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Actualizado: 13 de junio de 2025


Oyeme: este pobre corazón mío, no había amado nunca: llegué a esta casa y me hablaron de ; me dijeron que eras huérfano, huérfano como yo, y me fuiste simpático; y me dijeron que eras bueno, muy bueno, y me interesé por ; leí tus cartas, vi tu retrato, y hallé que eras como yo te había soñado; viniste, y me estremecí al oir tu voz; me hablaste... ¿te acuerdas?... y se ahogó la voz en mi garganta, y palpitó mi corazón trémulo de amor.

¿Y por qué han de estar exentos de esa graciosa ley los solteros ricos? ¿Por qué no han de cargar ellos también con su huérfano, como cada hijo de vecino? No me opongo dijo el doctor, mirando al suelo . ¿Pero qué es esto?... ¡sangre! Todos miraron al suelo, donde se veían de trecho en trecho pequeñas manchas de sangre. ¡Jesús!... exclamó Sofía, apartando los ojos . Si es la Nela.

Ya no comprendía. He aquí los hechos expuso metódicamente el notario. La señorita Raynal aquí presente, recogió, hace cerca de veinticinco años, a un niño huérfano de madre y abandonado por su padre. Esta señorita le prestó su nombre, pero hoy quiere dárselo legalmente y ha creído, por consejo mío, que debía consultar con usted previamente.

Todo el mundo había conocido al señor Aubry, el padre del huérfano, y la generosa intervención de Roussel fué bien juzgada. Su primo Bobard, astuto abogado, llegó á insinuar que el acto era hábil, porque, decidido á permanecer soltero, Roussel se proporcionaba un heredero como medio de desheredar á la señorita Guichard si moría antes que ella.

Era de tamaño natural, huérfano en absoluto de valor artístico, pero les parecía notabilísimo, y sobre todo, muy propio: el marido aseguraba que era talla de Alonso Cano; la mujer se lo atribuía a Juan Sebastián El Cano, y ambos creían recordar que un inglés pretendió comprárselo a peso de oro a la tía de quien lo heredaron.

Huérfano, desgraciado, pobre, el mundo era para un valle de dolores; quise cerrar mi corazón a todo afecto, no amar ni ser amado, cuando te conocí y te amé. Te hablé noble y desinteresadamente. ¿Qué interés podía guiarme?

No por eso ¡oh pueblo de las grandes melancolías! quedarás huérfano y desamparado de ideales que te sublimen y ennoblezcan, algo más que las absurdas abstracciones metafísicas con que hoy te engañan. ¿Quieres saber a quién adoramos nosotros? a la Razón. ¿En qué templo? En el gabinete de estudio, en el laboratorio, en el taller. ¿Cuál es nuestra Biblia?

Huérfano de padre, el odio que desde pequeño había tenido al segundo marido de su madre, se había tornado en manía homicida. Constantemente golpeado con crueldad, castigado con un salvajismo que superaba en mucho a la severidad merecida por sus faltas, su carácter se había agriado.

26 Porque fueron hallados en mi pueblo impíos; asechaban como quien pone lazos; asentaron la perdición para tomar hombres. 28 Engordaron y se pusieron lustrosos, y aún sobrepujaron hechos de maldad; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron.

Huérfano desde temprana edad, fue educado por su única hermana, Eusebia, quien, por los muchos años que le llevaba, podía ser su madre, y de madre hizo. Desmedrado, rubio, paliducho, con incurable aspecto de niño, de facciones finas, de ojos dulces y claros y porte de principesca mansedumbre, contrastaba el joven con la igualmente interesante figura de su hermana.

Palabra del Dia

rigoleto

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