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Actualizado: 1 de junio de 2025


Cuántos poderes hay en este mundo que viven del comunismo, á estilo del honorable señor marqués de las Olivas y conde de los Estorninos! Hácia las cercanías de Córdoba las montañas de la Sierra toman un aspecto interesante, tanto por sus formas como por sus curiosidades y vegetacion.

Los dos corazones, que según mi opinión, son dignos el uno del otro, no han podido aproximarse sin entenderse: pero ese extravagante acontecimiento, cuyo teatro romántico ha sido la torre d'Elven, confieso que me desconcierta enteramente. ¡Qué diantre! querido joven, saltar por la ventana, á riesgo de romperse la cabeza, era, permítame que se lo diga, una demostración muy suficiente de su desinterés; fué, pues, muy supérfluo agregar á este paso honorable y delicado, el juramento solemne de no casarse jamás con esa pobre niña á no ser eventualidades que es absolutamente imposible esperar.

Sus abogados eran, como nosotros lo sabíamos, los señores Leighton, Brown & Leighton, firma eminentemente honorable de Bedford Row; por lo tanto, les dirigimos un telegrama desde la oficina central, informándolos de la muerte repentina de su cliente, y pidiéndoles que uno de ellos viniera en el acto a Manchester, para que estuviese presente en las indagaciones que se iban a efectuar, por haber declarado el doctor Glenn que serían necesarias.

Más bien, dada la circunstancia extraña de que el ladrón no había dejado rastro y había sabido el momento oportuno en que Silas había salido sin cerrar la puerta, momentos que un oyente mortal no hubiera podido calcular de ningún modo, la conclusión más natural que podía sacar parecía ser que la intimidad poco honorable del tejedor con el diablo, si es que había existido nunca, debía estar destruida.

Se ven las gentes con demasiada intimidad, y luego, cuando se encuentran, se saludan de lejos con la sonrisa de un buen recuerdo; pero se evitan a la vez, como si se hubiesen conocido en una aventura poco honorable. Un bramido monstruoso sobresaltó a muchas señoras en sus asientos. Era el silbato del buque, que daba la señal del mediodía.

Hubo un momento de silencio. Nos sentamos. Máximo dijo entonces el señor Laubepin ¿está usted siempre en las disposiciones en que lo dejé? ¿Tendrá usted valor para aceptar el trabajo más humilde, el empleo más modesto, con tal que sea honorable, y que asegurando su existencia personal, aleje de su hermana, en lo presente y en lo porvenir, los dolores y peligros de la pobreza?

La honorable sociedad contemplaba el espectáculo con un sentimentalismo alcohólico que agolpó lágrimas en los ojos. Las damas apoyaban con desmayo poético sus cabezas rubias en el hombro más próximo. Una rompió a llorar con estertores histéricos. «La luna... la luna», murmuraba cada uno en su idioma.

Y señalaba un jovencito moreno, subido de color, sentado entre los adoradores de Nélida. Es el hermano pequeño, el único que se asemeja a la madre. Acompaña a Nélida por todo el buque, y ella lo acepta como una prolongación de la familia, porque esta vigilancia honorable le permite ir sola entre los hombres. El muchacho es medio imbécil, le dan ataques epilépticos, habla con incoherencia.

Y de lo que no cabe duda es que el casamiento resultó feliz. Lo malo es que la pobre señora Lammeter, antes señorita Osgood, murió antes de que sus hijos fueran grandes. Sea como fuera, en lo que concierne a la prosperidad de todo lo que es honorable, no hay familia que sea más considerada que ésa. Todo el auditorio del señor Macey había oído aquella historia repetidas veces.

De la vida pasada sólo conservaba las amistades con los valientes, reforzando su cortejo con nuevos bravucones. Los mimaba y mantenía con el propósito de que le sirviesen de auxiliares en su carrera política. ¡Quién le haría frente en su primera elección, viéndole en tan honrada compañía!... Y para entretener a la honorable corte, seguía cenando en los colmados y embriagándose con ellos.

Palabra del Dia

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