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Actualizado: 1 de junio de 2025
El honorable padre de la Moñotieso, como hombre versado en sus deberes, sin esperar invitaciones, sacó a su otra hija al centro de la habitación y comenzó el baile con ella. Rafael se alejó prudentemente, después de beber dos copas. No quería estorbar la fiesta con su presencia.
Es un joven bien parecido y tengo las mejores informaciones respecto a su moralidad y su carácter, fortuna inmensa, familia honorable y muy antigua. ¡Ah, sí, abuelos! como dice Blanca interrumpí con desdén. Tengo horror a los abuelos, tío. ¿Por qué? Gente que no pensaba más que en pelear y romperse la cabeza. ¡Qué idiotez!
En su interior éramos siete personas que no habíamos despegado los labios desde que uno de aquellos saltos vino a dejar sin concluir la última cita poética del juez, mi honorable vecino.
Tan pronto era: «¡Bah! Después de nosotros, el fin del mundo». O bien: «La próxima campaña debía ser ruda, el invierno frío, el vino malo»; y una multitud de otras gracias destinadas a endulzar los últimos momentos de los pobres piratas, que tenían el cuidado de abandonar una honorable existencia sin saber demasiado a dónde iban.
Con tenacidad, la señora Martholl se echó en busca de algún motivo «honorable» que los sacase de apuros; pero su imaginación, práctica en habilidades diplomáticas, permanecía infecunda, no sugiriéndole sino medios evasivos y dilatorios. Finalmente, a fuerza de acumular sobre aquella idea que la acosaba, todos los recursos de su espíritu fino y despreocupado, concluyó por encontrar un subterfugio.
»Se trata del honorable A. Roberto de Calaveras, cautivo hoy de una bellísima hada, viuda, un tiempo sacerdotisa de Thespis, y hasta hace poco, émula de Santa Cecilia, en una de las iglesias más a la moda de San Francisco, donde disfrutaba de un sueldo regular.»
Es indudable que el mayor número de desgraciadas criaturas á quienes sus necesidades y talentos, obligan á profesar este empleo, tan honorable en sí, no escapan sino por la moderación de sus sentimientos, con la ayuda de Dios, ó por la firmeza de sus principios, á las deplorables agitaciones de que no había podido garantirse la señorita Helouin; pero la prueba es temible.
Por fin, los zamarros nacionales, indispensables, sin los cuales nadie monta, que yo creía, antes de ensayarlos, el aparato más inútil que los hombres hubieran inventado para mortificación propia, opinión sobre la que, más tarde, hice enmienda honorable.
No puedo creer que cometiese semejante necedad. Ni yo tampoco. Aun cuando era su única hija, y la depositaria de toda la historia de su vida, había una cosa que me ocultaba persistentemente, y era la índole de su secreto. Algunas veces he abrigado la sospecha de que tal vez no era muy honorable; que probablemente sería uno de esos que un padre no se atreve a revelar a su hija.
Comprendí cuán escandalizada estaba la estimable compañera de Mabel, porque era una viuda sumamente estricta, cuya misma existencia dependía de la etiqueta rigurosa y de las tradiciones de su honorable familia.
Palabra del Dia
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