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Al llegar á Rouxmesnil, Herminia, que no había estado allí más que dos veces con la señorita Guichard y llevaba los ojos hinchados de llorar, la cabeza aturdida por el insomnio y el corazón oprimido por el pensamiento de la pena que debía experimentar Mauricio, creyó que entraba en una prisión. Las maderas cerradas hacían reinar una oscuridad húmeda en todas las habitaciones.

Pero delante del duque de Lerma, el más hinchado de los hombres hinchados, don Rodrigo se apeaba de su soberbia para transformarse en un ser humilde, casi vulgar, en un criado, en un instrumento. Pero esto sólo en la apariencia. Lo que demuestra que era superior al duque, puesto que le comprendía, y comprendiéndole usaba de él, humillándose.

Una mañana, muy temprano, Eufemia entró en la alcoba de Reyes, y le despertó diciendo: La señorita llama, quiere que el señorito vaya a buscar a D. Basilio. ¿Al médico? gritó Bonis, sentándose de un brinco en la cama y restregándose los ojos hinchados por el sueño . ¡Al médico, tan temprano! ¿Qué hay, qué ocurre?

Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él que, a la vista de Sancho, pudiese dejar de reírse; y, como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo.

Sus mejillas estaban pálidas y marchitas, sus ojos hinchados y enrojecidos, y todo su semblante denotaba una ansiedad profunda, terrible, ardiente, un terror pánico de lo desconocido que el porvenir le reservaba.

Eran viejas con mantilla y los pies descalzos; mozuelas vistiendo trajes blancos que habían sido destinados a servirlas de mortaja; mujeres que caminaban trabajosamente, como si arrastrasen sus vientres hinchados por ocultos y dolorosos desarreglos; todo un batallón de humanidad doliente escapada de la muerte por bondad del Señor del Gran Poder y su Santísima Madre, caminando detrás de sus imágenes para cumplir una promesa.

traes noticias de él exclamó misia Casilda, dime, dime, ¿dónde está? El filósofo, turbado, balbuceó que no sabía nada, que no traía ninguna noticia... , insistió la señora, te lo conozco en la cara; vienes pálido, con los ojos hinchados... y sin embargo, no estás borracho, no.

Con los ojos hinchados por el sueño y sintiendo leves escalofríos en el cuerpo, miré por la ventanilla y vi el pueblecillo de Vilches pintorescamente colgado entre dos montañas no muy lejos de la vía: parece sentado en un columpio cuyos cabos invisibles están amarrados a la cima de aquéllas.

¿Acaso es necesario semejante juramento entre nosotros? dijo ella en tono dolorido dirigiéndole, con sus hinchados ojos, una mirada amarga y furiosa. Pero le dejó hacer. Roberto puso la mano derecha de su madre sobre la frente de la muerta; ella la acarició diciendo entre sus sollozos: ¡Lo juro, mi querida! ¡Bien lo sabes , , que yo ignoraba todo y que jamás te he exigido nada malo!

Era una matrona de potentes caderas, en cuyas entrañas renacía la vida; de robustos y voluminosos pechos, siempre hinchados de leche densa y amarga. A un pecho se agarraba el Recuerdo, gimiendo al paladear el líquido de acíbar; al otro el Olvido, que chupaba cerrando los ojos, queriendo dormir.