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Bien se lo merece, porque, al fin, si alguna falta cometió, tuvo en este pícaro mundo su purgatorio. La Condesa estaba casada con el señor más terrible que se ha conocido en nuestros días. Todos le temblaban, empezando por su mujer. Había tenido varios lances de los que llaman de honor, y pesaban tres muertes y varias heridas sobre su conciencia.

La libertad no ha muerto, Y en la sangrienta arena Donde se postrada Su aliento no rindió: De heridas traspasada, Y en rojo humor teñida, En sus convulsas manos Nuestro laurel salvó. Secad el triste lloro Que baña las mejillas Al sol de la esperanza Que miro ya lucir, Los pueblos no se salvan Con infecundo llanto, Sinó queriendo altivos Ser libres ó morir.

Dígala usted que el arrepentimiento y el dolor hacen con las heridas de nuestra alma, lo que el bálsamo con las heridas de nuestro cuerpo. Madama Fonteral, moviendo afirmativamente la cabeza en señal de contento y de aprobacion, echó á escape, mientras que yo me volvia á mi cuarto. Cuando llegué, Luisa no estaba en el balcón, y mi mujer me dijo que temía una desgracia.

Siete años de triple martirio, no ya en el corazón, como los años anteriores, sino en la carne y en la conciencia. Ya no eran las tentadoras imágenes de antes, fingidas por la humareda que se elevaba del corazón; era la experiencia de la carne, el recuerdo de lo pasado, que, no obstante haber pasado, permanecía actual sobre mi piel, como la cicatriz de las heridas.

La criatura, paralizada de terror, no lloraba. No le dolían siquiera las heridas. Al cabo de pocos momentos se presentó de nuevo Concha acompañada de la señora.

Además su amor propio, aunque otra cosa aparentase, había sufrido mucho en los últimos años. No basta fingir indiferencia y desdén ante los extravíos de una esposa; no basta pagarle en igual moneda paseándole por delante de los ojos las queridas, hacer gala de ellas ante el público. Las armas serán iguales, pero las heridas que la mujer causa son más profundas y más graves que las del hombre.

Lo que no impide que sin , marcharía usted á pie, mi general, lo que no le sería muy agradable con sus heridas... porque con seis ó siete mil francos de retiro que tiene usted, no podría arrastrar carroza, amigo mío... Esta mañana le decía esto, señora, á propósito de nuestro nuevo carruaje que es lo más cómodo que puede imaginarse.

Este, tan pronto estaba en la habitación del herido como subía al piso superior para consolar a las mujeres, oponiéndose a su propósito de ver al torero. Debían obedecer a los médicos y evitar emociones al enfermo. Juan estaba muy débil, y esta debilidad inspiraba más cuidado a los doctores que las heridas. A la mañana siguiente, el apoderado corrió a la estación.

Y siguió la niña lanzándole las flores que invariablemente daban contra la letra, llenando el pecho maternal de heridas para las que no podía hallar bálsamo en este mundo, ni sabía cómo buscarlo en el otro.

Renobose el combate, y en las mujeres creció él ánimo con el peligro, llenas de sangre y heridas tan asistentes en sus postas, que algunas de ellas con cinco heridas en el rostro no quiso dejar la suya, juzgando con tan honrado puesto como ocupar el que el marido debiera tener, no se habia de perder sino con la vida.