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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Magdalena sonriendo entre provocativa y burlona, al mismo tiempo que se prendía las últimas horquillas en el moño, volvió la cara hacia su amante, hizo un guiño muy expresivo y dijo: Hazte socio, monín. Oye ¿y cómo se llama esa hermandad? La hoja de parra. ¿Y para qué es?
Hazte ahora la simple y la gatita Marirramos. ¿Pero no ves que yo te calo al instante y adivino tus infundios? Vamos, mujer, confiésalo; no trates de añadir a la infamia el engaño. ¿Qué, señora? Pues que has tenido una mala tentación... Confiésamelo, y te perdono... ¿No quieres declararlo? Pues peor para ti y para tu conciencia, porque te sacaré los colores a la cara. ¿Quieres verlo?
14 Hazte un arca de madera de cedro; harás apartamientos en el arca y la embetunarás con brea por dentro y por fuera. 15 Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura.
Dejémonos de guasa, Gabino... ¿Te importa algo? Sí que me importa, porque soy su novio. Pues hazte cuenta que para mí no eres na dijo Velázquez con acento agresivo. No basta que usted lo diga; á todo el mundo le consta y á usted también. Por consiguiente, no es portarse como hombre regular ni decente rondar á las mocitas que están comprometidas. ¡Ea, basta ya de rodeos! exclamó el guapo.
Vaya dijo aquí Nieves con un gestecillo muy gracioso , hazte el ancianito ahora y ponme triste a mí. ¡Eso sí que fuera una gansada de órdago! exclamó Bermúdez formalmente indignado contra sí mismo , y sin maldita la necesidad; porque, hoy por hoy, siento retozarme en el corazón la vida de los treinta años... Es la pura verdad, créemela por éstas que son cruces. Dije eso... por decir.
Señor, corto entendimiento Presto se ataja, y más donde Hay tantos y tan discretos. Allá en mi lugar un día Un muchacho en un jumento 2170 Llevaba una labradora, Y perdonad, que iba en pelo. «Hazte allá, que le maltratas,» Iba la madre diciendo; Y tanto hacia atrás se hizo, 2175 Que dió el muchacho en el suelo.
Pero yo no quiero que mueras, grandísimo majadero. Yo te ordeno que sigas viviendo, y debes obedecerme... Imagínate que soy tu padre... Tu padre no, porque murió siendo tú niño... Hazte cuenta que soy tu madre, tu vieja mamá, á la que tanto quieres, y que te dice: «Obedece á tu amigo, que es lo mismo que si me obedecieses á mí.»
Te has permitido un lujo que nadie en el mundo podrá imitar. Si fuese más joven, te daría otro latigazo como el del Bosque; pero á falta de él, hazte cuenta que te repito lo que dije entonces. No se vieron más. Cuando el príncipe hubo puesto en orden todo lo concerniente á la herencia de su madre, pensó en reanudar sus viajes, pero con mayor suntuosidad.
Quedó un momento silenciosa con el rostro fruncido. Bueno, hasta mañana en el barco... Voy allá porque tu me lo mandas manifestó al fin dándole la mano. No; yo probablemente no podré ir. ¡Ah! ¿No vas tú? Pues entonces hazte cuenta que no voy yo. ¿Por qué? Porque no quiero. ¡Siempre tan testarudilla! dijo Uceda apretando cariñosamente la mano que tenía cogida. Iré por que no te enfades.
Hazte la cuenta de que no ha pasado nada entre nosotros de dos semanas acá, y atente a ello si deseas darme gusto. ¿Entendístelo? Pues en la creencia de que sí, te digo ahora, respondiendo a tu pregunta de antes, que he pasado una noche de las buenas, ¡de las buenas, trastajo! He dormido más de cuatro horas, y no he tosido veinte veces.
Palabra del Dia
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