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Actualizado: 12 de junio de 2025
Que él no quiere entrar aquí por mí, sino por usted. ¿Por mí? No seas tonta replicó Clara, riendo con la mayor naturalidad. ¿Le dejo entrar? No, cuidado. Por Dios, no hagas tal. No vuelvas á hablarle más. ¿A qué tiene que venir aquí ese caballero?
No puedo creer que tú seas capaz de engañarme. ¿Lo que dices es una locura o qué es...? ¿A dónde me llevas...? Por Dios, no hagas una locura. Cochero, cochero, a la calle de la Amargura. El cochero irá donde yo le mande exclamé alzando la voz, porque el ruido del carruaje nos obligaba a hablar a gritos . Regocíjate, Inés, alégrate, amiguita.
Mira que á la primera que me hagas, invalidito, te dejo abandonado á tu inutilidad. Desnoyers y el senador también se ocupaban del porvenir de ellos, pero de un modo más positivo. Había que realizar el matrimonio cuanto antes. ¿Qué esperaban?... La guerra no era un obstáculo. Se efectuaban más casamientos que nunca, en el secreto de la intimidad. El tiempo no era de fiestas.
Pero en último caso, si tan irritado estás, si tan ciego te ves, si no puedes atender a razones, ni a tu conciencia que bien claro te habla; llama, sube, alborota, quema la casa.... O no hagas tanto, que bastará con que la espantes con tu noticia para que Ana caiga de espaldas y le estalle dentro una de esas cosas en que tú no crees, pero que son para la vida como los alambres para el telégrafo.
Sin embargo, pienso, Miguel, que harás un esfuerzo para entenderme... ¿no es verdad que lo harás?... No es menester que penetres por completo el sentido de mis palabras, porque en edad tan tierna no es posible; basta con que te hagas cargo de lo que voy a decirte... de lo que tengo encargo de decirte añadió rectificando.
12 Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando él la llamó, vino ella delante de él. Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo. 14 Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y él la llamó, y ella se paró a la puerta. 16 Y él le dijo: A este tiempo según el tiempo de la vida, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.
Mi pecado, si lo hubo, fue de tardanza. No volví por ti a tiempo; ahora estoy dispuesto a enmendarme; pero quiéreme. ¿No gustas tú de que te respeten? Pues yo también gusto de ser respetado. No debo sufrir que de mí hagas tu juguete. Yo soy una chica de tan buen humor, que, por fortuna, huyo de lo trágico y todo lo tomo a risa.
No lo dejes para última hora, porque... eso no vale. Tú tampoco eres trigo limpio, y el día que hagas sábado en tu conciencia, vas a necesitar mucha agua y jabón, mucha escoba y mucho estropajo...». Con tan buena fe lo dijo, que Fortunata no podía ofenderse.
Algo me decía que aquella parisiense de la calle de Juan Jacobo, al caer en mi mesa tan repentinamente y tan temprano, iba a hacerme perder toda la mañana. No me había equivocado, como pueden juzgar ustedes mismos. Decía así: * «Amigo mío: Necesito que me hagas un favor.
Morandro, mi dulce amigo, No vayas, que se me antoja Que de tu sangre veo roja La espada del enemigo. No hagas esta jornada, Morandro, bien de mi vida, Que si es mala la salida, Es muy peor la tornada. Si quiero aplacar tu brio, Por testigo pongo al cielo, Que de mi daño recelo Y no del provecho mio.
Palabra del Dia
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