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Actualizado: 24 de julio de 2025


Entró Fortunata con la lámpara encendida, y la tarasca empezó a mostrar mantones de Manila, un tapiz japonés, una colcha de malla y felpilla. «Mire, mire qué primores. Este pañolón es de la señá marquesa de Tellería. Lo da por un pedazo de pan. Anímese, señora, para que haga un regalo a su sobrina, el día de mañana, que así sea el escomienzo de todas las felicidades».

De aquí es que en semejantes casos el buen sentido del público suele preguntar si el parte es oficial: y si lo es, por mas que no haga caso de las circunstancias con que se procura realzar el hecho, no obstante presta crédito á la existencia de él.

El general y el gerente son hombres muy sinceros, no hay que dudarlo, pero ni la nación ni la sociedad depositarán ya en ellos jamás su confianza. ¿No teme usted, amigo Aldama, que el público haga con usted lo mismo?

¿No me ha dicho usted que está seguro de que el camino se hará si yo le voto? Si llego a ser diputado. Que es lo mismo, según yo voy observando. Pues bueno. El día en que el Gobierno, o la provincia..., o el demonio, haga el camino, recoge usted su depósito... y en paz.

Desde que se ha dado La pata de cabra, ningún título de piezas teatrales me sorprende repuso la marquesa; y desde que se han representado la Lucrecia, Ángela, Antony y Carlos el Hechizado, no hay argumento que se me haga increíble. Como el teatro es la escuela de las costumbres dijo con ironía el general , lo ponen al nivel de las que quieren introducir.

»Contando con la buena amistad de usted, me atrevo á anticiparle las gracias por lo que en obsequio de mi recomendado haga, que será, desde luego, uno de los buenos servicios entre los muchos que ya le debe su afectísimo amigo y seguro servidor Damián de la Fuente

Ya llegará la hora en que usted se arrepienta. No. Quizá cuando me haga vieja o cuando me vaya a morir; pero no se trata de eso. No puede tomarse en serio semejante arrepentimiento: peca una toda su vida, años y años, y luego, cuando es ya demasiado tarde, comienza a arrepentirse... No; en cuanto a eso, a qué atenerme.

Salomé separó á Clara con un ademán desdeñoso del lecho de su prima, diciendo: Nuestra paciencia nos va á perder. Cuidado, Paz, que somos demasiado condescendientes. ¿Cómo es que está todavía aquí esta mujer? Al momento á la calle. Vamos, pronto dijo Paz. Recoja usted sus bártulos, y al momento. Haga usted un lío de su ropa.

¡Pero es bien triste...! exclamó su esposa en el colmo de la contrariedad. ¡Tristísimo! respondió él haciendo esfuerzos para no reír . Pero es mejor resignarse, porque no conseguirás más que disgustarte y que te haga daño la comida. Elena siguió a medias el consejo.

La linda hebrea protestó: Vamos, no se haga usted el pequeño, que ya sabemos que lo hace usted muy bien. Paciencia y un poco de costumbre repitió Pablito bañándose en agua de rosas. Después le explicó con toda latitud lo que en su concepto constituía un buen cochero.

Palabra del Dia

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