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Actualizado: 7 de julio de 2025


Se enfurecía cuando le veía acercarse a la mesa, le daba toda clase de desaires, le demostraba de mil maneras que estaba ejecutando una acción infame. Nada, Timoteo no cejaba. «Buenas noches, D.ª Carolina. Buenas noches, D. Pantaleón. Buenas noches, PresentacioncitaLa irritada señora llegó a pretender que Mario le hablase para hacerle desistir de su locura, y si fuera necesario le amenazase.

El P. Florentino sintió que el enfermo le cogía la mano y se la estrechaba; calló entonces esperando que hablase, pero solo sintió dos apretones más oyó un suspiro y largo silencio reinó en la estancia.

¿Qué ves? preguntó el marido encantado del pasmo de ella y muy ufano de mostrar que había aprendido algo durante su ausencia. Veo a una linda moza, que me mira y que mueve los labios como si hablase, y que lleva ¡caso extraño! un vestido azul, exactamente como el mío. Tonta, es tu propia cara la que ves; le replicó el marido, muy satisfecho de saber algo que su mujer no sabía.

Contestando á la súplica muda de aquellos ojos que la imploraban desde lo alto, murmuró repetidas veces, con una voz vagorosa, como si hablase en sueños. ; haré lo que quieres... ¡Lo que quieras! El, más agresivo en su pasión, hundía su brazo libre en el cálido encierro de la capa, apoderándose de las desnudeces que dejaba indefensas el escote del vestido.

Todos los que tocaban a doña Gertrudis le hacían daño; sólo las suaves manos de Martita tenían el privilegio de moverla a un lado y a otro y colocarla en las posturas más cómodas sin causarle dolor. Por fin se consiguió que la enferma volviese en y hablase; pero don Máximo al llegar, llamado apresuradamente por los criados, halló el pulso tan débil que no pudo reprimir un leve gesto de susto.

También los hay en la realidad, que es una gran novela. Permaneció largo rato apoyada en la barandilla: sus labios se movían como si hablase. Por fin, transida de frío, se entró al cuarto y cerró el balcón. Entonces vio caído en el suelo un papel y recogiéndolo murmuró con desprecio: ¡Ah, , el dinero! Y quedó como ensimismada.

Temió que el gitano, en presencia de don Fernando, hablase de sus amores con la hija del padrino, y se apresuró a despedirle. Toma un pitillo y lárgate... mala sombra. Tu madre estará esperándote. Alcaparrón obedeció con la docilidad de un perro.

Esto no era malo: pero que la Amparo se ingiriese en ellos con autoridad, porque no hacía más que disparates. Se daba, sin embargo, bastante maña para ocultar la locura de su querido. Los días en que le veía sobrexcitado o incoherente en sus palabras teníale encerrado. Sólo cuando estaba más tranquilo y racional se aventuraba a salir con él en coche y procurando que no hablase con nadie.

Era que la Torrebianca consideraba en su interior que ya había prolongado bastante el simulacro de su resistencia y creía llegado el momento de ceder, para que Moreno hablase de cosas más inmediatas y urgentes. Como si no supiera lo que hacía, puso sus manos sobre los hombros de él y le habló de muy cerca, con voz tenue, al mismo tiempo que miraba á lo alto, como sumida en sus recuerdos.

¡Dios mío! dijo como si hablase con ella misma. ¡Qué tristeza y qué alegría al mismo tiempo! Esto es muy hermoso. ¡Pero esa mujer!... ¡esa pobre mujer! Hace ya años que la veo así, dijo Rafael, fingiendo conocerla mucho, a pesar de que hasta entonces rara vez se había fijado en la pobre hortelana. Todos los de su clase son gente muy especial.

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