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Actualizado: 7 de junio de 2025


El Gobernador decía en su casa que no se le hablase de aquello, que su deber de autoridad estaba en abierta contradicción con su deber de caballero, que debía tener oídos de mercader, ojos de topo, y los tendría.... Pasó aquel día, y pasó el siguiente y no se sabía nada. ¿Era una papa lo del duelo? preguntaba Foja en el Casino.

Ya vería él de lo que era capaz su mujercita. Y la linda costurera, con su aire grave de mujer formal, con la misma expresión vaga y soñolienta que si hablase de amor, marcaba punto por punto el programa de su vida futura.

Se abrió poco después la ventana del dormitorio de la señora, y apareció ésta, haciendo signos al recién llegado para que hablase en voz baja. Sebastiana se esforzó por oir, pero la ventana estaba tan lejos, que sólo reconcentrando su atención pudo alcanzar fragmentariamente algunas palabras. Estas palabras eran dichas con voces tan tenues, que no pudo tener una certeza absoluta de su exactitud.

Don Valentín, tímido y pacífico, enamorado de su mujer en los primeros años de matrimonio, y lleno después de consideración hacia ella, no se atrevía á chistar en su presencia, si ella no le mandaba que hablase. Era D. Valentín un virtuoso caballero, pero débil y pusilánime. Había sido, por amor y respeto á su honra, un magistrado íntegro.

Se miró prolongadamente en la luna y murmuró como si hablase consigo misma: ¡De todos modos me encuentro bien cambiada, bien decaída, bien fea! ¿Cómo fea? La doncellita protestó con todas sus fuerzas de aquella monstruosa aserción. Jamás había estado tan hermosa la señorita. Parece mentira prosiguió ésta que una fiebrecilla gástrica me haya arruinado tanto.

Y las buenas mujeres citaban nombres de solteras ricas y bonitas, más ó menos desgraciadas. Y entretanto ¿si le afusilan á D. Basilio? Julî se tapaba los oidos, miraba á todas partes como buscando una voz que hablase por ella, miraba á su abuelo; pero el abuelo estaba mudo y tenía la vista fija en su pica de cazador. Aquella noche durmió apenas.

Y, con sobrado calor, sacudido nuevamente por la emoción que desde la noche anterior embargaba todas mis facultades, me puse a contarle lo sucedido y la presunción que tenía de que hubiese una intriga infame tramada contra . Necesitaba de su auxilio: que fuese a casa de Gloria, la interrogase, le hablase en mi favor o, por lo menos, alcanzase de ella una explicación.

Instáronme todos para que hablase, mostrándoles que mi razón, como mi cuerpo, se había repuesto de la tremenda crisis. También acudió con cariñosa solicitud a darme alimento la ejemplar D.ª Gregoria, y tomado aquél ávidamente por me sentí muy bien. ¿Había resucitado o había nacido en aquella noche?

Luego dijo con doble anhelo: ¡Pero mi padre!... ¡Tu padre!... dijo el bufón ¿quién sabe lo que ha sido de tu padre? Sentáos, hija mía, sentáos y escuchadme dijo el padre Aliaga. Dorotea se sentó, y esperó en silencio y con ansiedad á que hablase el padre Aliaga, que se sentó á su vez en el sillón aquel que en otros tiempos había servido al padre Chaves para confesar á Felipe II.

Pero tenía enfrente á una mujer... Y esta mujer era capaz de herirle, colocándolo al mismo tiempo en una situación ridícula... ¡Retírese, señor! ordenó Freya con tono ceremonioso y amenazante, como si hablase á un extraño. Pero fué ella la que se retiró finalmente al ver que Ulises daba un paso atrás, quedando meditabundo y confuso.

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