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Actualizado: 21 de junio de 2025


La segunda vez que los llamó, le dijo un caballero sardo, que se decía D. Guillén Barbarán, que iba á su lado: «Aquí imos Corrales y yo con vuestra señoría.» D. Alvaro le respondió, medio enojado, que le dejase y volviese á los soldados que eran fuera, para ir de vanguardia, questaban de rodillas arrimados al caballero de San Juan, y mandólos arremeter, que ya eran descubiertos de los enemigos, y así comenzaron luego á caminar adelante.

Llorente ofrece muchos ejemplos singulares de la severidad, con que celaba la Inquisición las fronteras francesas, y así lo vemos en la historia de Antonio Pérez. Ved sobre este punto el artículo que consagramos á Guillén de Castro y á Diamante.

Preso Berenguer de Entenza, y muertos los mejores caballeros y soldados que les siguieron, quedaron solo en Galípoli con Rocafort su Senescal, mil y dos cientos infantes, y doscientos caballos, y cuatro caballeros buenos soldados, Guillén Siscar, y Juan Perez de Caldés Catalanes, y Fernando Gori, y Ximeno de Albaro Aragoneses, y con ellos Ramon Montaner Capitan de Galípoli.

En aquellas comidas subrepticias y ociosas sobremesas, mi amigo don Guillén me fué contando a retazos su historia, la de Angustias Pinto y la de los padres de ella y él, Belarmino y Apolonio. Después, por mi cuenta, hice averiguaciones tan importantes, que la historia de Caramanzanita y la Pinta pasan a segundo término.

Ingratitud por amor, autógrafa con firma. Quien no se aventura... Allá van leyes donde quieren Reyes. La manzana de la discordia y robo de Elena, de Don Guillén de Castro y Mira de Mescua. Se ha sostenido que Corneille utilizó también otro drama, El honrador de su padre, de Juan Bautista Diamante, muy parecido á su Cid.

Si usted tiene en su habitación un diván, o siquiera una butaca, yo puedo dormir allí, si usted no tiene inconveniente, y que Angustias quede en este cuarto. Arreglamos el acomodo como don Guillén deseaba. Por su voluntad expresa y decidida, se tendió sobre mi diván. El diván estaba contiguo al tabique medianero entre mi habitación y la suya.

Iban a hacerse el calzado con él hasta los señores de Bilbao y de Barcelona. Además, componía dramas. Aquella noche salí bastante preocupado del cafetín. Me acosté y tardé en dormirme. en la habitación de al lado un carraspeo seguido de un poderoso suspiro. Era la voz de don Guillén.

Probable es que tan precioso museo de Historia natural hubiese sido conservado y enriquecido por Rodrigo Zamorano de Ozeta, hijo del docto cosmógrafo, pues, que en todo vémosle seguir el noble ejemplo de su padre, y en tal virtud á 18 de Septiembre de 1636 le fué expedido el título de Piloto mayor Cosmógrafo y Catedrático de cosmografía, para sustituir al capitan Lucas Guillén de Veas.

Miraba el retrato. Conozco a esa mujer afirmé en seco. Don Guillen no se conturbó. Está usted equivocado dijo . Será otra fisonomía semejante la que usted conoce. A esa mujer no la puede conocer usted. Ya le dije que es mi hermana y que no existe y subrayó la palabra hermana y el verbo existir.

Sin duda carece de ese brillo y colorido poético seductor, y de ese estro y frescura juvenil de Las mocedades del Cid; pero en la vitalidad orgánica de toda la composición, en la superior disposición artística de sus materiales, no encontrándose detalle alguno ocioso que detenga en lo más mínimo la rapidez de la acción; en todas estas propiedades, repetimos, quizás aventaje, en nuestro concepto, á la obra de Guillén de Castro, no faltándole tampoco colorido poético brillante y original.

Palabra del Dia

rigoleto

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