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Actualizado: 21 de junio de 2025


Sobrentendido 'juro': juro de guardarte... "Y por el ser que me ha dado El tuyo, que el Cielo guarde, De no bolvérmela al lado Hasta estar asegurado. De no hazértela covarde." D. Guillén de Castro, Las mocedades, I, vv. 60-64 y nota correspondiente de Said Armesto, CLÁSICOS CASTELLANOS. Respecto a la forma juro de, véase Said Armesto, 1. c., pág. 19, y Rodríguez Marín, Quijote, t.

Hizo luego de grata presencia El gran DON LUIS FERRER, marcado el pecho De honor, y el alma de divina ciencia. Desembarcóse el dios, y fue derecho A darle quatro mil y mas abrazos, De su vista y su ayuda satisfecho. Volvió la vista, y reiteró los lazos En DON GUILLEN DE CASTRO, que venia Deseoso de verse en tales brazos.

Acaso, pensaba yo, los caracteres que don Guillén lleva escritos en la frente no son por entero invisibles, y la diversidad de sus nombres bautismales indica correspondiente diversidad de personalidades.

En cuanto a Francisca Guillén, nunca pudo Relimpio obtener de ella una declaración terminante acerca de las dos criaturas que pasaban por suyas. Cuando Tomás estaba en el Tomelloso, la buena mujer aventurábase a decir algo, que llenaba de gran confusión a D. José; pero cuando el otro volvía, todo eran vaguedades y misterios.

Yo pensé que si don Guillén perseveraba en aquel modo de espíritu, no proseguiría narrándome la interioridad de su vida. Recordé lo que él me había dicho la noche anterior: que su padre, Apolonio, creía, de conformidad con la sapiencia búdica, que cada hombre lleva su destino escrito en la frente, con caracteres invisibles.

Como dijo, siglos ha, Cristóbal Hayo, maestro físico de Salamanca, en loor del tabaco: «usando del no se siente soledad». Don Guillén me lo había ofrecido, sabiendo que era la vitola más de mi gusto; delicado agasajo que yo le agradecí. No faltaban las copitas de coñac viejo.

Yo, naturalmente, juzgué espontánea, sincera, y, por lo tanto, lícita en la ocasión, la pequeña expansión retórica de don Guillén, y apenas concluyó y dejó caer con abatimiento la cabeza, dije, sin vacilar un segundo: Ya le he dicho que conozco a esa mujer, y se la voy a traer aquí en un instante. Supongo que le dejé fulminado y sin acertar a emitir palabra ni sonido articulado.

Antes de concluir la comida, don Guillén se había granjeado la confianza y la simpatía de todos; y a tal extremo llegó la confianza, que don Celedonio se atrevió a dispararle a boca de jarro esta pregunta: ¿Cree usted en Dios? ¿Cree usted en la república? interrogó a su vez don Guillén, sin inmutarse. Como republicano que soy. Yo, como sacerdote que soy, soy creyente.

Le he dado un abrazo de agradecimiento y despedida, sin que usted, profundamente dormido, se haya percatado. Ya sabrá usted de . Amigo suyo para siempre, Pedro Guillén Caramanzana.» Y, en efecto, años después, supe y presencié grandes cosas de él, las cuales pienso referir en otra ocasión, si se tercia y no tengo nada mejor que hacer. Es domingo de Pascua de Resurrección.

Más vale que don Guillén no haya acudido a la mesa, porque le abochornaría esa abominación. A todo esto, Fidel, el mozo, se reía cazurramente. Terminada la comida, salí de la metrópoli y me encaminé a mi colonia. Como cosa de veinte pasos delante de iba Fidel, conduciendo una gran bandeja, cubierta con un mantelillo. Nos juntamos en el pasillo adonde daba mi habitación.

Palabra del Dia

rigoleto

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