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Actualizado: 21 de junio de 2025
Era Encarnación Guillén la vieja más acartonada, más tiesa, más ágil y dispuesta que se pudiera imaginar. Por un fenómeno común en las personas de buena sangre y portentosa salud, conservaba casi toda su dentadura, que no cesaba de mostrarse entre su labios secos y delgados durante aquel charlar continuo y sin fatiga.
No disponemos aquí del espacio necesario para tratar de este punto en toda su extensión, y sólo, como ejemplo, aludimos á la segunda mitad del acto primero: ésta, en particular la escena entre Diego y el Conde; la que le sigue, entre el primero y su hijo, y por último, el monólogo de Rodrigo, son literalmente casi las mismas en la obra española y en la francesa, debiendo advertirse que esta semejanza no proviene de haber imitado ambas á Guillén de Castro, porque esas escenas son en la comedia de éste muy distintas.
Polus, actor griego, cuéntase que, representando Electra, de Sófocles, sacó a escena la urna con las cenizas de su propio hijo, porque el sentimiento de su dolor fuese sincero y comunicativo. De seguro don Guillén, al representar aquella tarde el drama del Calvario, había conducido en la urna recóndita del corazón las cenizas de su propia vida; cenizas ardientes aún.
Se me ocurrió una idea diabólica: «Si yo mañana por la noche trajese a la Pinta y la hiciese entrar en la habitación de don Guillén». Me dormí dando vueltas a aquella idea. Al día siguiente, día de vigilia, don Guillén no se sentó a la mesa. ¿Qué le sucede al señor Caramanzana? inquirió la viuda vejancona, que ya se había enterado del apellido del canónigo.
En su lugar encontramos vana hojarasca oratoria; en vez del lenguaje del sentimiento, hinchada fraseología; en vez de la lucha entre el honor, y el amor, y los deberes filiales, tan superiormente motivada en la comedia de Guillén de Castro, una coquetería opuesta á aquellos sentimientos; en vez de la figura heróica de Rodrigo, que se refleja y desenvuelve en los hechos representados como si viviera, un charlatán ostentoso; nos vemos, por último, obligados á aceptar el juicio de la Academia francesa sobre El Cid, aunque considerándolo con muy distinto criterio.
En este medio llegó nueva que D. Alvaro enviaba á tomar vestidos para mudarse y á que llevasen los remos y vela que estaban dentro el castillo de una fragata que era venida de Mesina pocos días había, con intención de irse en siendo de noche; y como se entendió esto, los capitanes y soldados comenzaron á alborotarse y á no consentir que le llevasen la vela y remos, y entre los otros D. Guillén Barbarán, caballero sardo, dió de cuchilladas á aquéllos que los llevaban, é hízoselos dejar.
Y nada prueba contra este aserto que Corneille haga caso omiso de nuestro poeta, porque tampoco confesó espontáneamente, en un principio, que había tenido presente la de Guillén de Castro. Por lo que hace al mérito de El honrador de su padre, hemos de modificar también nuestro juicio anterior, resultado de un análisis algo ligero de este drama.
Y don Guillén quedó con ojos vacantes, como dicen los ingleses, tan expresivamente; con ojos vacíos, ciego para las cosas ambientes, y acaso enfilando una perspectiva interior y remota de recuerdos inmóviles.
El tiempo es breve y yo largo; Y así he de dejar por fuerza De alabar tantos ingenios Que en un sin fin procediera; Pero de paso diré De algunos que se me acuerdan, Como el heróico Velarde, Famoso Micer Artieda; El gran Lupercio, Leonardo, Aguilar el de Valencia, El licenciado Ramón, Justiniano, Ochoa, Zepeda, El licenciado Mexía, El buen Don Diego de Vera Mescua, Don Guillén de Castro, Liñán, Don Félix de Herrera, Valdivielso y Almendarez, Y entre muchos, uno queda: Damián Salustio del Poyo, Que no ha compuesto comedia Que no mereciese estar Con las letras de oro impresa, Pues dan provecho al autor Y honra á quien las representa.
El conde Alarcos, de Mira de Mescua, es en todo inferior á la del mismo título de Guillén de Castro . En La tercera de sí misma y en El Fénix de Salamanca imita á Tirso de Molina, pero sólo en sus más groseros rasgos. Mejor es el plan y el desarrollo de Galán, valiente y discreto. La duquesa de Mantua sospecha que los cuatro pretendientes á su mano se proponen únicamente poseer sus estados.
Palabra del Dia
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