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Actualizado: 13 de julio de 2025
Son iguales exteriormente unos y otros, pero ¡qué diferencia, por dentro!... Anoche, en el bulevar, la gente persiguió á unos vocingleros que gritaban: «¡A Berlín!» Es un grito de mal recuerdo y de peor gusto. Francia no quiere conquistas; su único deseo es ser respetada, vivir en paz, sin humillaciones ni intranquilidades.
Aquí un caudillo que no quería nada con el resto de la República; allí un pueblo que nada más pedía que salir de su aislamiento; allá un Gobierno que transportaba la Europa a la América; acullá otro que odiaba hasta el nombre de civilización; en unas partes se rehabilitaba el Santo Tribunal de la Inquisición; en otras se declaraba la libertad de las conciencias como el primero de los derechos del hombre; unos gritaban federación, otros gobierno central.
Fernando vio a la mujer con los ojos rojizos de lágrimas y el pelo en desorden; vio a los hijos que gritaban, pero con los ojos en seco, haciendo coro a su madre. No sabían nada, pero el instinto les había avisado de repente la proximidad de la desgracia; el mismo instinto simple y misterioso que hace aullar a las bestias domésticas, como si oliesen la presencia de la muerte.
Consternadas hija y madre, gritaban pidiendo socorro a los vecinos. Pero Juliana, más valerosa y expeditiva, no pudiendo sufrir con calma los impertinentes desvaríos del desdichado Ponte, se fue hacia él furiosa, le cogió por las solapas, y comiéndoselo con la mirada y la voz le dijo: «Si no se marcha usted pronto de esta casa, so mamarracho, le tiro a usted por el balcón».
Al ver al doctor, salían las mujeres á las puertas de sus tugurios, sonriendo como en presencia de un acontecimiento inesperado, sintiendo de pronto el miedo á enfermedades que tenían olvidadas. ¡Chicas, es don Luis! se gritaban unas á otras. ¡Señor doctor, aquí! ¡Míreme usted este chico!... ¡Entre á ver á mi madre!
Las banquetas que sirven de sillas, no tienen más inconveniente que el ser más duras que el pié de Perico. En fin, nos sentamos.... ¿Qué gritos son esos? me dice mi mujer. Efectivamente, los mozos del establecimiento gritaban como unos energúmenos; pero un gritar rabioso, descompasado, que lastimaba las orejas. Aquella gritería descomunal era el resultado de una costumbre del establecimiento.
Eso no es nada gritaban los amigos, queriendo animar al torero con su ruidoso optimismo . Dentro de un par de meses ya estás toreando. En buenas manos has caído. El doctor Ruiz hace milagros. El doctor se mostraba igualmente alegre. Ya tenemos hombre. Mírenlo ustedes: ya fuma. ¡Y enfermo que fuma...!
Un día el ingeniero había tenido un choque con la administración, al ver despedido del trabajo, por fútiles pretextos, á un obrero antiguo. Todos los compañeros recordaban que un mes antes su camarada había enterrado civilmente, con gran escándalo de las devotas del pueblo, á un hijo suyo, y acusaban á los culebrones de la dirección de una ruin venganza. Los más exaltados gritaban en son de amenaza. ¿Es que después de matarse trabajando, iban á imponerles á cambio del jornal lo que debían pensar? ¿Tendrían que ir con una vela en las procesiones, como ciertos hipócritas que halagaban de este modo á los amos, para procurarse trabajo? Sanabre tuvo una viva discusión en les oficinas y acabó por presentarse á Sánchez Morueta. El millonario, abstraído en sus negocios, ignoraba la vida interna de sus fábricas, y se indignó contra aquellos empleados, que eran excelentes administradores, pero se aprovechaban de las facultades que él les daba, para imponer sus creencias.
Al verme llegar temblaban los dueños de los Casinos, los empleados y hasta las mesas verdes. «¡Viva el vengador!», gritaban en el atrio los que habían perdido su dinero. Pero yo pasaba adelante, impasible como un dios, sin hacer caso de estas ovaciones de la canalla. ¡Figúrese usted lo que le costaría ganar al poseedor del secreto de los errores infinitesimales!
El tumulto, en efecto, aumentaba de momento en momento; el ganado, los carruajes y la gente parecían querer pasar unos por encima de los otros. Ninguno era dueño de sí; todos gritaban y pugnaban por hacerse sitio.
Palabra del Dia
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