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Actualizado: 16 de julio de 2025


Como el Bajá se entregó en la fuerza, tardó ocho días allí hasta que llegaron cinco galeras que habían ido á Túnez por bizcocho. Fuese luego á hacer agua y tomó el camino de Trípol, donde entró con gran gazara y grita, colgados nuestros estandartes y banderas, lo de abajo arriba, en las popas y entenas de las galeras.

Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente, Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor, Fueron el verte un día, joya del mar de oriente Secos los negros ojos, alta la tersa frente, Sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor. Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo, Salud te grita el alma que pronto va á partir!

Sólo hay una que no puedo descubrir; que se alza noche y día ante mis ojos como un espectro, como una sombra espantosa, y cuando quiero asirla se me escapa, y esa cosa es: «¿Por qué ha muerto OlgaEl anciano se estremeció. Recordaba la carta y la promesa que la muerta había exigido de él. Roberto continuó: Una voz me grita sin cesar en los oídos: «¡Tuya es la culpa!» ¿Cómo?

¡Bribona, la has hecho hoy ... y yo te voy á abrir en canal! grita exasperado el Tuerto al notar la turbación, cada vez más visible, de su mujer. Á ver el dinero, digo, ¡pronto! La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los enseña á su marido. ¡Esos no son más que ocho cuartos ... y yo te dejé veintiuno!... ¿Ónde están los otros?...

Diputado, se oyeron nuevas voces del pueblo, reducidas á que se presentase en los balcones el caballero Síndico: quien, despues de haberse repetido aquellas voces por varias ocasiones, se presentó en efecto, y el pueblo en grita le significó, queria saber lo que se habia contestado á la diputacion del Exmo. Cabildo.

Grita el fiscal pidiendo una cabeza en nombre de no cuántas cosas respetables, y a todos les parece bien; llego yo después cumpliendo sus órdenes, y me escupen y me insultan.

Su nuera aparece en el suyo, más desaliñada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesísima nube de humo, ¡aparición verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada grita, mirando al piso segundo: ¡Tía!...

¡Yo lo que digo, ¿entiende? y no me chupo el dedo... y que ni uno de los que se llamaron amigos míos se acuerda de para nada! ¿Sabe, don Melchor, que me está haciendo acordar al carancho que come y grita al mismo tiempo?... porque, ¿dónde va a ir usted que no encuentre amigos de verdad? ¡Eso era antes!... y ya lo ve: hasta éstos me dejan. Porque usted los trató mal... don Melchor.

Está muy afligida, ¿verdad? ¡Pobre criatura loca! Es cosa de llorar de lástima, aunque se tenga el corazón de piedra. Teme que la maltraten, ¿no es cierto? No, no; otra persona pensaría en ello; ¡pero una pobre loca! ¿Creéis que no piensa en ella? Todo lo que grita es: «Marta, Marta», y sólo la preocupa el que vos tengáis que sufrir las consecuencias de su imprudencia.

San Pedro no puede amparar nunca á gente tan desalmada como ; y si se perdieron las regatas, Dios sabe por qué fué. Por falta de puños, pa que usté lo sepa. Grita, grita más alto; que te lo oiga el tu marido que por allá abajo asoma, y mira después onde te metes.

Palabra del Dia

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